Estimado lector, se que he estado un poco alejado de mi columna en este ultimo mes, que no he podido interactuar en este mundo virtual como quisiera, pero se me presentaron algunos motivos para no hacerlo, sobre todo, en este último mes, este mes de septiembre ha sido de muchas emociones, por desgracia no muy agradables, estas emociones me hacen regresar a esos sentimientos que al parecer me han preparado para las cosas que se vienen. Lo que somo en el presente, es gracias a lo vivido, no queda mas que dar gracias a la vida, por prepararnos.
Lo que vivido en estos días me hacen recordar momentos difíciles, momentos, en los que tuve que despedirme de mi madre, una despedida a medias, porque solo fue para mí, no pude decirle lo mucho que la quise, lo mucho que me ayudo superar momentos difíciles, nunca pude decirle que fue esa persona que me ayudaba seguir adelante, no pude, la vida a veces es cruel, la vida quita y pone personas en tu vida.
Justo hace aproximadamente 16 años que no me pude despedir como quisiera, porque mi madre entro en muerte cerebral, en esta condición perdió todo sentido, aunque se lo dije a ese cuerpo postrado en una cama, que solo vivía con ayuda de aparatos, hasta que llego el momento de tomar la decisión y dejar la ir. Hoy 16 años mas adelante, me encuentro ante una situación distinta, pero igual de intensa, no pretendo que me comprendan ni mucho menos, pero mi perrita Nina, se encuentra muy malita. Nina, es la niña de nuestros ojos, tanto de Tere, como los míos y está en una situación difícil de salud.
Es una situación que nos hace poner a prueba la fortaleza de cada uno, nos hace recordar día a día el amor hacia nuestras mascotas, por eso retomo la escuela pitagórica, ya que su principal exponente, Pitágoras, defendió el respeto a los animales, debido a sus ideas sobre la transmigración de las almas, esa idea que, un comportamiento justo hacia la naturaleza y a los animales, traería la formación de filósofos y legisladore, por supuesto que no pienso ni ser filosofo, mucho menos legislador, pero si el respeto y el ser mejor humano, lo mismo, que asumo la idea de Empédocles, desde una interpretación de la evolución defiende la afinidad y respeto ante todo lo viviente.
Antes estos filósofos, asumo que mi Nina, es más que una mascota, es parte de nuestra vida, son parte de nuestra familia, y como tal nos alegramos y sufrimos por ellos, son es aparte, en la que sabes que logras encontrar alegría en momentos difíciles, Nina esa perrita que con sosas tan simples como una mirada, podía cambiar día, con solo tocarla y sentirla cerca, transmite ese amor incondicional. Los que tengas perritos y sean parte de su familia, me entenderán, ellos nos enseñan a vivir, a entender que no se requiere de mucho para intentar ser felices, un solo gesto, ayuda a pensar, como es que una simple botella la podía hacer tan feliz, una felicidad que no le daba el juguete mas caro de la tienda especializada en mascotas, Nina me enseño a sentir amor hacia otra especie, a entender las miradas y los gestos, sin la necesidad de hablar el mismo idioma para comunicar, alegría, sorpresa, susto o duda.
El recuerdo de una cachorra, una perrita fuerte y audaz, pero esos mismos recuerdos me hacen sufrir, sobre todo, cuando eres testigo de como la fuerza se acaba poco apoco, el verla como los años cobran factura sobre su cuerpo y sus ánimos, ser testigo del debilitamiento físico y mental de alguien que he aprendido mucho, como lo es Nina, mi labrador chocolate. Quema y duele por dentro ver como se hace menos, verla en casa después y en el hospital, ver como su animo se apaga poco a poco, duele, pero al mismo tiempo hace contraste con la ilusión de verla salir como si nada, pero la vida es cruel, verla acostada, por momentos con su mirada tan tierna, es en ese momento que quisiera hablar el mismo idioma, para decirle que no se preocupe, que haremos lo humanamente posible para que este mejor, que haremos lo que esté a nuestro alcance para que se recupere, pero no puedo, solo me queda hablar el idioma de las caricias y apapacharla, tocarle su frente y decirle lo mucho que la quiero.
Cada que regreso del hospital, es imposible no poder pensar en ella, cuando tenia toda la fuerza y ganas del mundo, pensar lo mucho que le aprendí, se volvió mi maestra, le aprendí a amar de forma incondicional, sin importar más nada que el sentimiento; le aprendí a disfrutar del día a día, lo entiendo tarde pero lo entiendo; le aprendí el camino del perdón, ese perdón sin rencor; le aprendí a disfrutar las cosas pequeñas de la vida, desde un bocadillo o un simple abrazo, le aprendí que los bienes son para remediar los males. No soy religioso, pero si espiritual, y le ruego a todos los santos y fuerzas cósmicas a que este mal que tiene se logre remediar. Ella mi labrador chocolate, sigue siendo mi maestra, me sigue enseñando a ser paciente, a priorizar las cosas importantes, y que más importante que la familia, aun estando desmejorada por la enfermedad y el cumulo de los años, esos años que no perdonan nada, sigue siendo mi maestra.
Con lagrimas en los ojos y una expresión desencajada, escribo estas líneas, las cuales son una forma de hacer una especie de catarsis, quiero mostrar mi vulnerabilidad, está bien hacerlo, mientras lo hago, reflexiono sobre cómo es que otras especies, nos pueden enseñar a vivir, a tener una vida digna, una vida simple pero llena de aventuras. Me sigue enseñando a tener ilusión, esa ilusión de que mañana en la visita, saldrá caminando, lento, ya es una perrita viejita, pero al fin caminando y contenta.
No quiero terminar sin antes cuestionarme y preguntarles, ¿Cómo huir del dolor, cuando está presente constantemente?, si alguien tiene la respuesta, por favor den los consejos. Este dolor que siento al ver a Nina y pensar que cada día que pasa, la vida me la arrebata, quema por dentro.