Con el reciente anuncio relativo al nombramiento de Manuel Pozos Castro en el cargo de Subsecretario de Gobierno la gobernadora electa demuestra marcada inclinación a reclutar colaboradores cuyo denominador común es su experiencia electoral previa, es posible comprobarlo porque Ricardo Ahued, Manuel Pozos Castro y los actuales alcaldes de Martínez de la Torre y de Papantla figuran de manera prominente en áreas de primordial importancia en el esquema orgánico de la administración entrante. Ratifica esa tendencia la decisión de encargarle al diputado Esteban Bautista (en dos ocasiones alcalde de Tatahuicapan) la coordinación de la bancada de Morena en la actual legislatura, pues por esa condición será presidente de la Junta de Coordinación Política cameral. Esos antecedentes avalan la probabilidad de un arranque de gobierno sin sobresaltos, pues traen buen bagaje, debe suponerse, para coadyuvar con eficacia a la gobernadora entrante en la implementación de las políticas públicas diseñadas en el Plan de Gobierno. De entrada, se advierte un reclutamiento de personal que combina la gratitud con lealtad, porque en el juego sucesorio obviamente todos ellos se la jugaron con Rocío Nahle; aunque esa incorporación no solo refleja correspondencia por el respaldo recibido, sino la búsqueda de elementos que eleven la calidad de la gestión pública. Así parece, así se percibe, ojalá así sea.
En este tipo de procesos prevalece la convicción de que quien accede al importante cargo de gobernador trae en sus alforjas la voluntad de servir y desempeñar el cargo lo mejor que le sea posible, lamentablemente y por diferentes razones no todos responden a las expectativas creadas y al final resultan descomunales decepciones. En esa inercia el reclutamiento de colaboradores en base a capacidad y experiencia guarda fundamental importancia; pero cumplido ese trámite aún queda el de superar el reto que representa la condición humana, un factor de peso específico en el ejercicio del poder político. ¿Cómo evitar o controlar la ambición o el abuso del poder de un subordinado descocado? ¿De qué manera se estimula en el colaborador la vocación de servicio? ¿Cómo evitar los jaloneos y desencuentros entre los subordinados? Esa es una tarea ineludible para quien jefatura un gobierno, así ha sido desde siempre porque los sótanos de la naturaleza humana son una variable permanente. Si bien la experiencia política permite superar deslices propios de la egolatría, el hacerse de una parcela de poder en no pocas ocasiones obnubila el pensamiento del más apto para la función pública, lo revela con crudeza el adagio: “dale poder a un “pentontonto” y hasta la forma de caminar le cambia”. Por incurrir en esos deslices la permanencia del integrante de una administración pública siempre estará en riesgo, de allí que no todos los colaboradores de inicio logran sobrevivir todo el sexenio. El éxito de una gestión pública depende en gran medida de una aceptable gobernanza, por eso las expectativas que despiertan los nombramientos asignados a Ricardo Ahued y a Manuel Pozos en la Secretaría de Gobierno y la Subsecretaría, respectivamente. Por experiencia histórica cobra medular importancia el estilo personal de gobernar de quien será gobernadora de Veracruz, de este detalle dependerá si la ecuación respeta el orden de los factores, es decir, si el secretario será el número dos, o se reedita la circunstancia política que revierte el orden, como ya ha sucedido en el pasado, cuando el Subsecretario adquiere el rol protagónico. Mientras haya subordinación habrá lealtad, concluida aquella esta se diluye. Por el estilo personal de gobernar de Rocío Nahle conoceremos si la aritmética prevalece sobre la circunstancia política, es decir, si el dos está primero que el tres.