Si hiciéramos remembranza acerca de las sucesiones de gobiernos veracruzanos de 1962 (López Arias-1962-1968 hasta Cuitláhuac García /2018-2024) encontraríamos que en ninguna de ellas (incluido Duarte: 2010-2016) el gobernador saliente concitó el grado de indiferencia ciudadana prevaleciente a pocos días de la despedida de Cuitláhuac García de su estancia de seis años en palacio de gobierno. En cada relevo gubernamental veracruzano durante el siglo XX se despertaba la expectativa sobre el cargo que ocuparía en el gobierno federal el gobernador saliente, aunque en raras ocasiones se concretaba esa posibilidad, ahora, con Cuitláhuac García a nadie parece importar su destino político inmediato. Si al finalizar su gestión pública Javier Duarte fue prototipo de gobernador corrupto, Cuitláhuac García lo es de proverbial ineptitud. En el cumulo de comentarios acerca de la venidera sucesión de gobierno en Veracruz destaca el ¿cómo se sentirá Cuitláhuac García al amanecer del primero de diciembre cuando ya no sea gobernador? Sin sarcasmo alguno, la respuesta no debiera ser complicada, pues se respondería con otra pregunta: ¿habrá tomado conciencia Cuitláhuac García de que durante seis años ocupó el cargo de gobernador?
Pero los reflectores ya solo enfocan a la ingeniera Rocío Nahle, a quien por atavismo cultural los obsecuentes de siempre ya comienzan a quemarle incienso, aun cuando en términos del ritual católico apenas pudiera alcanzar grado de beata, pero para santificarla cívicamente requerirá de realizar un desempeño productivo en bien de los veracruzanos, ese sí es un ferviente anhelo que justifica el deseo de que le vaya bien en su gobierno, porque Veracruz y los veracruzanos lo necesitamos. Si bien Cuitláhuac García deja el parámetro de la vara de responsabilidades a ras de piso y cualquier cosa que se haga podrá marcar diferencia, la gobernadora Rocío Nahle enfrentará una difícil circunstancia gubernativa: para empezar, finanzas públicas nada boyan tes, en mucho por el impacto derivado del entorno federativo del cual deviene casi el 90 por ciento del recurso público programable. Con lo poco de que podrá disponer debe atender una infraestructura carretera prácticamente abandonada, implementar políticas públicas para atender el rezago agropecuario, atraer inversiones a la entidad, por supuesto, coordinarse con las autoridades del ramo en materia de seguridad para reducir los índices delincuenciales, en materia de salud reactivar las tareas de fumigación que por falta de insumos se dejó de hacer con el resultado de un dengue expandido en toda la entidad, nada caería mejor en la conciencia ciudadana que un ejemplar combate a la corrupción, para hacer diferencia y comprobar con hechos que “no somos iguales”, porque aquí sí cobraría colosal vigencia el refrán: “para que la cuña apriete tiene que ser del mismo palo”.