A una acción corresponde una reacción, dice la tercera Ley de Newton, que bien podría ser aplicada a la promoción del diputado Alfonso Ramírez Cuellar para formar una corriente al interior de MORENA denominada “Construyendo el segundo piso de la cuarta transformación”, con el manifiesto propósito de fortalecer el entorno de la presidenta Sheinbaum. Esa noticia coincide con la inaudita revelación del gobernador de Tabasco que atribuye a Hernán Bermúdez Requena, secretario de Seguridad Pública en los gobiernos de Adán Augusto López Hernández y Carlos Merino, estar en connivencia con el grupo criminal ‘La Barredora’, un grupo de la delincuencia organizada. Ni una ni otra nota tienen desperdicio porque en ambas subliminalmente aparece la figura de Adán Augusto López, coordinador de la JUCOPO en la Cámara de senadores, que como tal se ha mostrado como eficiente cabildero al servicio del expresidente López Obrador. Es delicada la declaración del gobernador tabasqueño porque descubre a luz pública las complicidades habidas desde el poder con la delincuencia, más aún porque involucra a Adán Augusto, quien controla la bancada morenista en el senado de la república, y a la par exhibe las pugnas prevalecientes al interior de MORENA para compartir el poder o quedarse con él, hecho confirmado con la referida convocatoria del senador Ramírez Cuellar. En este espacio ya hemos aludido a la posible escisión de mayores alcances en el grupo gobernante a causa del muy evidente propósito transexenal de quien ya bailó y se resiste a sentarse no obstante provocarle disturbios a quien constitucionalmente porta la banda presidencial. En ese contexto el escenario de una posible confrontación a nivel de cupulas de poder en MORENA no es improbable si el derrotero del Poder Legislativo prosigue la ruta que no parece estar en concordancia con la voluntad presidencial. Y conste, apenas van 45 días del nuevo gobierno.
Lázaro Cárdenas tomo posesión de la presidencia de la república el 1 de diciembre de 1934, integró su gabinete con varios elementos plenamente identificados con el general Plutarco Elías Calles, en las Cámaras legisladoras diputados y senadores presumían su ADN callista y eran asiduos visitantes al domicilio particular del llamado jefe Máximo. Mientras, el presidente Lázaro Cárdenas se ocupaba entre otros menesteres de formar su propia base. Fresca estaba en la memoria colectiva la imagen del presidente Pascual Ortiz Rubio (“Nopalito” le apodó vox populi) pero cansado de la intromisión de Calles en los asuntos públicos y de ser objeto de la befa pública decidió renunciar. Con ligeros matices de diferencia en análoga situación se veía a Cárdenas, quien no ignoraba el dicho de la conseja popular: “Aquí vive el Presidente, y el que gobierna, allí enfrente”. Ese círculo lo rompió el presidente Cárdenas cuando muy temprano del 10 de abril de 1936 el Jefe de la Policía del Distrito Federal acompañaba a Plutarco Elías Calles y sus más cercanos colaboradores para abordar el avión que lo conduciría al exilio. Colateralmente Cárdenas cesó a colaboradores identificados con Calles dando fin al episodio conocido como El Maximato en México. Si, ya es común observar cómo “la Historia, cansada de crear se repite”, de una u otra manera.