Juegos de poder
Yo no tengo nada en contra de la deuda, siempre y cuando se utilice en inversiones que incrementen la productividad de un individuo, empresa o país. Está bien endeudarse, por ejemplo, para ir a la universidad, sacar un grado y así tener acceso a empleos mejor remunerados. Está mal hacerlo con el fin de irse de farra con los amigos.
México tiene un grave problema de infraestructura, sobre todo si queremos aprovechar la oportunidad de la relocalización de las empresas, el llamado nearshoring. Hacen falta obras hidráulicas, eléctricas, carreteras, así como puertos, aeropuertos y ferrocarriles de carga. O las hace el Estado o las concesiona a los privados o se pactan asociaciones público-privadas.
No parece haber mucho apetito del Estado en realizar estas obras. De acuerdo con la propuesta de Presupuesto de Egresos de la Federación 2025, el gobierno pretende invertir 189 mil millones de pesos el año que entra. Esto ni siquiera llega a un punto del Producto Interno Bruto.
No pinta la inversión en infraestructura en el tamaño de todo el Presupuesto de 2025. El gasto neto total presupuestado es de 9.3 billones de pesos. Los 189 mil millones apenas representan 2% del presupuesto total. Una nimiedad.
Se entiende si se piensa que el gobierno federal no tiene dinero. Como decía ayer en esta columna, el gobierno de López Obrador le heredó un problema de finanzas públicas al de Claudia Sheinbaum. Por tanto, se llevará a cabo un recorte para bajar el déficit fiscal que en su medida más amplia (y correcta) llegó a 5.9% del PIB este año y se piensa reducir a 3.9% para el siguiente.
La deuda total del gobierno asciende a 51.4% del PIB y la idea es mantenerla en este nivel por el resto del sexenio. Desde luego hay que evitar el endeudamiento para utilizarlo en gasto corriente. Esto, que por cierto está prohibido en la ley, sí lo hizo AMLO con consecuencias negativas que estamos pagando hoy.
Retomo el argumento por donde comencé. Se vale endeudarse, siempre y cuando se utilice ese dinero para invertirlo en cosas que mejoren la productividad del país. Habría muchos proyectos de infraestructura que incrementarían la competitividad de México frente a otras naciones. En ese tipo de proyectos, que tengan sentido económico, sí valdría la pena contratar deuda.
El problema es que el gobierno anterior realizó obras más con sentido político que económico. Me refiero al Tren Maya, la Refinería de Dos Bocas y el AIFA. Ni son rentables ni mejoran la productividad del país. Fueron caprichos presidenciales que dejarán pérdidas operativas y de capital.
¿Cuáles son las propuestas de inversión del nuevo gobierno?
Dejo a un lado los subsidios a Pemex y CFE que merecen en sí mismo una reflexión. Me concentro en el rubro de los 189 mil millones de pesos en infraestructura.
Lo que vemos es un claro sesgo a la construcción de ferrocarriles. Dos que vienen del sexenio pasado y que, al parecer, no se han terminado en su totalidad: el Tren Maya y el Interoceánico. Uno que podría ser rentable tomando en cuenta la saturación de la carretera de esa ruta: el México-Querétaro. Dos más relacionados con el AIFA: el que va de Lechería (que se prometió el sexenio pasado y sólo quedó en un video propagandístico falso) y otro con destino a Pachuca. Hay otro tren interurbano, Querétaro-Irapuato y uno Saltillo-Nuevo Laredo.
No sé cuántos de estos ocho ferrocarriles tengan sentido económico, tomando en cuenta viajes de pasajeros y carga, y cuántos sean caprichos de una nueva administración que parece estar fascinada con los trenes de pasajeros, como la pasada.
Más allá de los ferrocarriles, 20 mil millones de pesos se utilizarán para construir y conservar obras hidráulicas. Eso parece buena idea en la medida en que existe escasez del líquido en varios centros urbanos del país.
Otros 20 mil millones se dedicarán a la construcción y mantenimiento de las vías de comunicación y transporte. Supongo que estamos hablando de las carreteras, otro bien escaso en México.
Me parece muy poco para las necesidades, algunas urgentes, que tenemos.
Es muy raro el estatismo de este gobierno. Quieren un Estado fuerte, pero invierten migajas en infraestructura. Ahí es donde precisamente podrían endeudarse si presentan proyectos que tengan sentido económico a los mercados de deuda. No lo hacen y acaban condenando a los mexicanos a una infraestructura decadente que no está a la altura de un país que pretende atraer miles de millones de dólares en inversiones.
Es una mala noticia lo poco que invierte el Estado mexicano y, cuando lo hace, da preferencia a proyectos que no incrementan la productividad del país.
X: @leozuckermann