Es diametralmente diferente la condición de quien disfruta de un triunfo a la de quien sufre una derrota, para quien esta en la primera circunstancia todo pareciera color de rosa, es semejante a un panal de miel en torno al cual pululan quienes hicieron posible el triunfo y los abejorros de siempre, entre estos últimos no pocos cambiaron súbitamente de bando abandonando el barco naufragado. En manifiesto contraste, por el lado de quien no fue favorecido por el triunfo (no necesariamente derrotado) se forma un sordo vacío, las alas de la esperanza lucen ya sin la euforia ni el resplandor de cuando se libraba la batalla. En un lado hay estrépito en otro mutismo. Los detalles del antes y después de las grandes batallas las narra con maestría la epopeya histórica, ella trasluce la radical diferencia entre el acontecer de los vencedores respecto de los vencidos. Luz, por un lado, brumas por el otro. La historia, blandiendo la misma pluma retrata los diferentes ánimos prevalecientes en las trincheras de la pugna; también ha dejado constancia de cómo donde hubo derrota, semejante al Ave Fénix, como por fanática devoción y perseverancia las victorias fueron metas alcanzadas. Aníbal, Atila, César, Octavio, Napoleón, etc., sufrieron derrotas y lograron victorias durante su azarosa existencia, porque solo quien ha caído sabe levantarse.
En la política es posible observar cómo la persistencia, aunque no siempre, casi siempre consigue sus metas, ¿cuántos políticos del diagrama mexicano han sufrido derrotas y mediante esfuerzos de constancia han obtenido el fruto deseado? Fresco es el caso de López Obrador, quien después de dos derrotas perseverando obtuvo la victoria: la presidencia de la república, y con él sus seguidores, que pronto se convirtieron en parte de una clase política emergente en este país, aunque no pocos a causa de su limitada experiencia o simplemente por su ineptitud para el desempeño de elevadas responsabilidades confundieron el servicio público con un arca abierta a su disposición. López Obrador entremezcló en su equipo arquetipos políticos de añejo cuño y vicios viejos, que si no nivelaron la balanza al menos redujeron las pérdidas. De su lado está el festejo, son las mieles del poder que atraen al colibrí y a las productivas abejas, no evitan sin embargo el indeseado aleteo de la fauna nociva, esa que va indiscriminadamente a todo jolgorio pese al rechazo que provoca, aunque finalmente logra complacerse con las sobras de la juerga. Mientras, en la parte adolorida de la sociedad hay quienes trabajan en silencio, pero con entusiasmo, remando contra la corriente y aun contra reloj para resarcir los daños, reagrupar las filas y desde la retaguardia volver a la vanguardia. Porque en política como en la vida misma esto no se acaba, hasta que se acaba.