Sin tacto
[Como seguro comprendió el lector gramático y musical, puse en minúscula el “golfo” del título para que se entienda que me refiero al dudoso y próximo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que es un verdadero golfo americano, de acuerdo con la segunda definición del diccionario de la RAE es: “pillo, sinvergüenza”].
Va un jarocho de visita a Londres y al llegar a su habitación ve por la ventana que la tarde se ha puesto nublosa y fría.
—Uta mare, qué clima. ¡Seguro hay norte en Veracruz!
Mi meteorólogo de cabecera me dice que, no obstante, la expresión del jarocho, que parece tan chistosa, tiene su parte de razón, porque el Golfo de México es una cocina de climas para buena parte del planeta y pudiera darse el caso extremo de que un norte llegue a ocasionar nubosidades en las islas británicas.
A esa importancia meteorológica, nuestro Golfo mayor adosa otros valores mundiales en el campo de la historia, de la geografía, de la zoología, de la botánica, de la oceanografía y de las relaciones internacionales.
El Golfo fue llamado de México a partir de la independencia de nuestro país y antes se llamó Seno Mejicano. En los principios del siglo XIX la Nueva España y después los primeros gobiernos mexicanos tenían una soberanía casi total del Golfo, por eso le pudieron poner el nombre de Golfo de México sin problema alguno.
Como dato, la “máxima autoridad internacional en materia de delimitación de mares, el «International Hydrographic Organization» (IHO), define en su publicación de referencia mundial, «Limits of oceans and seas» (Límites de océanos y mares) (3.ª edición de 1953), el Golfo de México (que tiene el número de identificación 26)”.
El nombre de nuestro golfo más grande se consolidó internacionalmente durante los dos siglos que ha existido y resulta más bien una broma de mal gusto que el golfo de América (o sea Trump) lo quiera hacer su tocayo y ponerle Golfo de América.
Más bien los gringos deberían repensar el nombre de su propio país y hacer a un lado el nombre de América, que proviene injustamente de Américo Vespucio, un comerciante florentino anodino que hizo tres viajes al nuevo continente y desde ellos escribió varias cartas, que fueron un éxito editorial en España y llevaron a la idea errónea de que él había sido el primero en pisar tierra continental.
Mejor entonces que don Trump se ponga a que le llamen a los Estados Unidos de América los Estados Unidos de Colombia, si quieren hacer honor al descubridor real.
Y que se deje de tonterías.