Salvador Muñoz
Los Políticos
No es una cuestión de moda… sino una forma de ser y de querer que empezó hace más de 25 años, cuando unió su vida a la de un totonaco… y entonces no sólo amó a ese totonaco, sino también a su cultura, a su gente, a sus tradiciones, a sus colores… y también a sus vestidos.
El pasado 5 de noviembre del año pasado, si hubo una diputada que luciera espectacular, sensacional, altiva, soberbia, ésa fue Miriam García Guzmán, representante del distrito VI de Papantla.
No era para menos… iba ataviada con un vestido de reina, el traje de gala de una totonaca, que simboliza el árbol de la vida, la fertilidad en la mujer…
Pero esa ocasión no ha sido la única… cada una de las sesiones legislativas o eventos propios de la LXVII Legislatura donde tenga participación, sea como diputada o Presidenta de la Comisión de Desarrollo Artesanal, ya sea una blusa o vestido totonaco el que vista, acapara la mirada de todos los que la rodean, la observan, la admiran… ¡y envidian, por qué no! Al final, sus diseños únicos, originales, bellos, reflejan trabajo, esfuerzo, cultura, raíces, historia de un pueblo que se mantiene más vivo que nunca en sus hilos, mantas y colores arropando a una mujer.
Miriam no tiene un número en el closet de esta ropa que con orgullo porta y tampoco tiene empacho en decir que gusta de repetir cuantas veces sea necesario, un atuendo… de lo único que está segura es de que tiene muchos, es algo que atesora “porque valoro el trabajo que hacen las artesanas”, comenta.
Cuando se casó con Eric Domínguez (actual subsecretario de Sefiplan) hace 25 años, aprendió a vestir la ropa típica de esta región empezando con blusas bordadas. En ese lapso ha observado la revolución de las papantecas que se han atrevido a ir más allá del tradicional atuendo con explosión de colores, bordados, listones, pero manteniendo el ejercicio artesanal.
Los precios de estos atuendos varían de acuerdo al bordado y se puede encontrar blusas desde 200 a 300 pesos o de 500 a 700; un traje completo, vestido, bata, cinturón, pañuelitos que se ocupan para contener un poquito del sudor; la bordada, la falda, el fajín, podría alcanzar un precio de un mil 200 aproximadamente.
La diputada Miriam agrega accesorios como aretes adquiridos también con artesanos o pulseras como la que el día que platicamos, llevaba: hecha con puras semillas de tamarindo barnizadas, talladas, a la cual guarda mucho aprecio.
Siendo presidenta del DIF municipal de Papantla, llevó al Gobierno del Estado proyectos productivos para ayudar a las artesanas de su municipio y la región. Se formaron grupos de seis mujeres que adquirieron de forma gratuita máquinas de coser, de bordar, incluyendo también todo lo que necesitan de materia prima como los hilos, agujas, bastidores, hilos de seda, listones, para iniciar sus propios proyectos. “Gracias al gobierno del Estado pudimos ayudar a muchas artesanas a que fueran dueñas de sus propios talleres, a que fueran dueños de su propia materia prima, y así se logró impulsar a varias mujeres emprendedoras que se dedican específicamente a la ropa artesanal”.
Hoy como representante popular del distrito 6 de Papantla, comenta que en la Sierra del Totonacapan hay otro tipo de vestimenta más laborioso, con mucha lentejuela, con mucha chaquira, trajes muy vistosos, muy costosos, que tardan muchísimo para elaborarlos, y por eso advierte que le ha de tocar también portar y vestir esas vestimentas, porque igual para las mujeres de esta región busca implementar este tipo de proyectos para que ellas sean emprendedoras con su propia maquinaria.
Miriam García Guzmán ama esos atuendos coloridos del Totonacapan, pero si hay uno especial para ella, sin duda alguna es con el que tomó protesta como Diputada en la LXVII Legislatura… y no porque ese día captara la mirada de muchos que se acercaban a “chulearle” el vestido y hasta le pidieran la foto del recuerdo… sino porque portó un traje de reinas, el traje de gala de una totonaca, que simboliza el árbol de la vida, la fertilidad en la mujer… aunque para mí, no deja de ser la diputada que pinta de colores los pasillos del Palacio de Encanto y brilla cada vez que se para en el recinto oficial de Sesiones del Congreso local, como si Papantla hubiera plantado allí, la más bella de sus flores.