lunes, marzo 3, 2025

Voto duro, voto útil…

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Desde hace ya algunos procesos electorales hemos venido hablando de distintas formas de concebir el voto ciudadano: voto útil, voto duro, etc., como elemento de juicio para medir la probabilidad de obtener un resultado electoral favorable. Voto duro se denomina aquel cuyo depositante está plenamente identificado con el partido en donde milita, sufraga independientemente del candidato, las siglas y colores partidistas son la luz del faro. El voto duro refiere a un militante capturado en mayor medida por los beneficios recibidos de los gobiernos que su voto origina; sin embargo, es “duro” pero a la vez frágil porque cuando el beneficio desaparece o es superado por otras ofertas exhibe de inmediato su versatilidad y cambia de sentido. Este tipo de voto cautivo se origina en sociedades con ciudadanía poco participativa y no enterada, de allí que para incentivarla los partidos acuden a los “apoyos” materiales. En México florecen los partidos “cacha militantes” gracias a ese estimulo adicional. El “voto útil”, obviamente es aquel que cuenta en el resultado, el que se deposita a favor de quien lleva mejor porcentaje para triunfar ¿para qué votar por quien va a perder? generar esa percepción forma parte de la propaganda orientada a moldear la mente colectiva, siempre plástica y victima propicia del engaño. Cuando el voto se deposita por quien carece de estructura de apoyo y de recurso económico suficiente para hacer campaña, entonces encontraremos conoceríamos el “voto inútil”.

Debe anotarse que la anterior conceptualización del voto es meramente pragmática, producto de la observación directa, nada tiene que ver con una investigación científica sobre el tema electoral, pero ayuda a comprender un fenómeno real, producto de nuestra evolución política que da pasos hacia adelante pero recula según las circunstancias. Cuando pensábamos que ya nos enfilábamos hacia una madurez democrática, de pronto, ahora con MORENA en el poder político estamos observando un genuino retroceso, a las practicas priistas de cuando transitamos por la etapa de partido único, hegemónico, con pleno dominio del escenario político traducido en preponderancia electoral. Lo que ahora observan las nuevas generaciones en materia política, electoral y legislativa lo vivimos en la década de los años ochenta del siglo pasado, cuando a fines de los setenta (1977) se formuló la primera Reforma Política de gran calado para dar oportunidad al surgimiento de la pluralidad en las cámaras legisladoras del país y favorecer la creación de nuevos partidos políticos, con el nacimiento del IFE (1990) se dio seguridad y confianza al resultado electoral, con la ciudadanización del IFE en 1996 se quitó al gobierno su injerencia directa en los comicios. Bueno sería que el significado de este retroceso fuera para tomar impulso y avanzar, posibilidad remota, según se ve.

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