Dice la sabiduría popular que ‘no hay loco que coma lumbre’; pero también dice que, ‘de que los hay… los hay’. Además aseguran que ‘el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones’. Nadie imaginó que el Presidente Trump se doblaría tan rápido, pero todos sabían que los aranceles eran insostenibles, más temprano que tarde. Las justificaciones son lo de menos: que si ya se cumplieron los objetivos, que si se van a firmar tratados comerciales binacionales, que si los hombres fuertes de Wall Street se impusieron. Lo cierto es que la incertidumbre que causaron no tiene reversa, y muchos de sus aspectos negativos, tampoco. Lo imprevisible es lo más terrorífico para cualquier inversor, y las nuevas ‘treguas de 60 días no van a cambiar ya la posición defensiva de Europa, que finalmente ha dicho que EUA dejó de ser un aliado confiable. Y lo mismo Canadá. Y muchas naciones más… salvo las sumisas y «elogiables» autoridades mexicanas. Y China, que se las cobrará, precisamente, ‘a lo chino’. Aún sin aranceles de por medio, va a ser muy difícil recuperar la tendencia de crecimiento económico que tanto falta hace al mundo y la desconfianza hacia el actual Gobierno de Estados Unidos (de ocurrencias destructivas, de vaguedades, de caprichos -¿a quién nos recuerda?-) repercutirá mucho en la geopolítica y veremos nuevas y antes inimaginables alianzas y el fin del orden mundial construido con esfuerzo en los periodos de post guerra. Los costos del populismo….