PRI, gran institución política

En teoría política el Partido Revolucionario Institucional es una organización histórica merecedora de toda consideración si tomamos como parámetro el servicio que en sus mejores años proporcionó a la evolución política de esta nación. Su larga estancia en los pasillos del poder a partir de 1946 llamó la atención de Maurice Duverger, el prestigiado politólogo francés, quien visitó México con el propósito de indagar acerca de un partido político (el PRI) cuya permanencia en...
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Vulgares y ruines delincuentes…

Hizo su carrera política en el PRI, incluso fue alcalde de un municipio que no era el suyo. Cuando vio que no le cumplirían sus caprichos, sencillamente se pasó a MORENA, la agencia electoral del AMLO. Es un pedestre y abyecto bandido, como muchísimos de sus correligionarios para los que la ley es inexistente, innecesaria. Delante de cientos de testigos y luego, retransmitido al mundo, el dictadorzuelo poblano cometió varios delitos: "Se impondrá de seis meses a dos años de prisión y multa de cinco a veinte Unidades de Medida...

Siete meses de horror y guerra en Sinaloa

Serpientes y Escaleras


El 9 de septiembre de 2024, en el último mes del Gobierno de López Obrador, estalló la guerra civil entre las dos facciones del Cártel de Sinaloa. Los enfrentamientos armados en Culiacán comenzaron desde esa fecha una espiral de violencia que sumió a la capital de Sinaloa y a sus habitantes en el horror y la anormalidad por el cierre de escuelas, comercios, el encierro de la población y la caída de la economía local. Hoy se cumplen siete meses y la violencia narca no ha podido o no ha querido ser controlada por el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum.

Por alguna razón no explicada, la presidenta no ha asumido de lleno la responsabilidad de acabar con esta guerra intestina del narco sinaloense y, a pesar de la presencia de su mediático secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, que se trasladó al estado en diciembre pasado, dos meses después de iniciado este Gobierno, las acciones federales, que presumen una disminución de la violencia en Culiacán, se han limitado a lograr algunas detenciones de integrantes de ambos cárteles, pero hasta ahora ninguna de las cabezas de “Los Mayos” o “Los Chapos” han caído ni se ha utilizado todo el poderío militar del Gobierno y del Ejército mexicano para terminar con esta guerra que mantiene secuestrada la paz y la normalidad de una capital estatal.

El discurso oficial, que anuncia «detenciones» y operativos para «construir la paz» en Sinaloa, contrasta con la violencia que sigue afectando a los culiacanenses y a otros municipios del estado como Elota, Mazatlán, Concordia, Navolato, Choix, Rosario y El Fuerte, entre otros. Apenas el pasado lunes un comando armado de Los Chapitos ingresó a un Centro de Rehabilitación para drogadictos, en Colinas de San Miguel, asesinando a nueve personas que presuntamente trabajaban para “Los Mayitos”. A ese hecho se suma toda una cadena de episodios violentos en esta guerra que supera ya el medio año y que incluye asesinatos en la vía pública, cuerpos abandonados en vagonetas, la muerte de dos menores de edad, Alexander y Gael, la ejecución de policías locales y el pasado 3 de abril ataques con dron a grupos del Ejército.

Con todo y que los sinaloenses pasaron del miedo a la angustia y del encierro a moverse con toques de queda virtuales, la respuesta de las autoridades ya sea gobierno local o federal, no han utilizado toda la fuerza del Estado y mucho menos el poderío militar de las Fuerzas Armadas mexicanas para terminar la confrontación entre “Los Chapitos” y “Los Mayitos” que siguen matando y sembrando el miedo entre los sinaloenses que claman desesperados por ayuda federal.

Incluso a finales de enero de este año, cuando cumplían ya casi 5 meses de la guerra narca, los sinaloenses, desesperados, se sublevaron y salieron masivamente a las calles para protestar y exigir la destitución y renuncia de sus autoridades locales ante la ineficacia para devolverles la paz y la tranquilidad perdidas. El asesinato de los dos menores Gael y Alexander, que murieron en un fuego cruzado de los narcos cuando viajaban en el auto de sus padres, fue el detonante para que miles de culiacanenses y de otros municipios del estado salieran a las calles a exigir un alto a la violencia y una acción real del Estado mexicano para garantizarles sus derechos y libertades que han sido conculcadas por la violencia de las armas.

Desde el Palacio Nacional y desde el Palacio de Gobierno estatal se desestimaron las demandas ciudadanas y se tachó de «movimientos políticos» las exigencias de los sinaloenses que tras varias movilizaciones comenzaron a desanimarse y desarticularon sus protestas mientras se resignaban a vivir en la completa anormalidad de un estado y su ciudad capital en guerra. Las pérdidas de vidas humanas y económicas se cuentan por miles, aunque no hay datos oficiales que las contabilicen, pero de acuerdo a organismos civiles los muertos en esta confrontación permitida y tolerada por el gobierno mexicano se cuentan ya en mil 200 en estos siete meses.

Las afectaciones económicas en Sinaloa, uno de los estados de mayor actividad económica en el país, incluyen en estos siete meses el cierre de negocios, comercios, cancelación de eventos y la disminución de la actividad económica estimada, tan sólo en la primera semana del conflicto, en tres mil 500 millones de pesos, según el Colegio de Economistas de Sinaloa, a lo que habría que sumar las 28 semanas transcurridas.

Casi cuatro mil vehículos robados se reportaban hasta el pasado 30 de marzo, según datos de la Fiscalía General de Justicia de Sinaloa, y hasta diciembre de 2024 el sector empresarial local reportaba la pérdida de 27 mil 424 empleos en el sector comercio y 21 mil 910 empleos en el sector primario, comparando ese último trimestre del año con las cifras del Inegi en 2023. Hasta el 9 de diciembre pasado 699 empresas habían cerrado sus puertas, según informes de la Secretaría de Economía local y para diciembre del año pasado se estimaban ya las pérdidas económicas para el estado en 18 mil millones de pesos y el crecimiento económico del estado seriamente afectado.

¿Qué es lo que le impide a la presidenta dar la orden contundente para que las Fuerzas Armadas mexicanas entren a sofocar y terminar con las dos facciones que han alterado y dañado la vida y la normalidad en Sinaloa? Un alto mando del Ejército que estuvo asignado a la guerra en Sinaloa respondió hace unos meses a una pregunta off the record sobre por qué no entraban con toda su fuerza y capacidad de fuego la Marina y Sedena a terminar con esta guerra: «Porque no nos dan la orden», dijo escueta, pero claramente, el general.

Hace unas semanas una casa encuestadora de las de mayor prestigio en el país levantó una encuesta para preguntarles a los mexicanos si estaban o no de acuerdo en una intervención militar con ayuda estadunidense para atacar a los grupos del narcotráfico en el territorio mexicano. A la pregunta abierta sobre todo el país, las respuestas se dividían en un 60-40 la mayoría en contra de una injerencia extranjera en territorio nacional; pero cuando se les preguntaba si apoyarían dicha colaboración de Estados Unidos para pacificar a Sinaloa, más del 70% se decía a favor de que ocurriera.

¿Será que los mexicanos y en particular los sinaloenses ya perdieron la fe en su gobierno o saben que no se atreven a enfrentar abiertamente al narco y arrebatarle el poder que se les entregó el pasado sexenio? Por lo pronto la pregunta persiste, luego de siete meses de que Sinaloa está bajo el fuego de la guerra narca, ¿por qué no se decide la presidenta? ¿No quiere o no puede?… Los dados mandaron Serpiente Doble. ¿Quién detiene la caída?

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