Prohibir y censurar los narco-corridos en México no es la solución. Porque el problema real es la falta de valores humanos, valores universales que enriquecen a las sociedades.
El problema social persistirá, y seguirá dañando el tejido de nuestras infancias y adolescencias debido a la falta de voluntad política de nuestro gobierno para abordar las causas profundas de esta problemática.
No se atienden las causas, no se miran las raíces. Para ellos es más fácil prohibir en un intento de remediar, pero el asunto de fondo no se ataca, que es la falta de valores. Valores como la responsabilidad, la justicia, la empatía, la integridad y la libertad.
Sin embargo esta clase de gobierno con rasgos autoritarios nunca lo haría, de hacerlo implicaría una revolución socio-cultural con la cual perderían el control y el poder.
Porque justo esos valores humanos son la base sólida de todas las democracias. Si promueves esos valores, la sociedad misma rechazaría el contenido negativo de la narcocultura.
Si promueves esos valores, se les acaba la fiesta populista porque despiertas y empoderas a tus ciudadanos, en vez de mantenerlos adormitados y felices con la situación por muy mala que sea.
¿Por qué debe ser el gobierno el principal encargado en promover dichos valores? es el Estado mexicano quien tiene el peso y la fuerza para empujar políticas públicas, desde la educación básica hasta la educación superior. Necesitamos cambiar ese chip, no nada más en las generaciones de estudiantes. Las instituciones educativas podrán ser una gran herramienta pero los padres de familia, los padres de esos estudiantes son la otra gran herramienta que tenemos como sociedad.
La sociedad civil, las organizaciones no gubernamentales y los partidos políticos no tienen la estructura ni los recursos suficientes para promover esta clase de políticas en el ámbito educativo, en las industrias, dependencias de gobierno y sobre todo para ponerlo en la agenda pública como prioridad número uno.
Por supuesto, como sociedad también tenemos responsabilidad, como la de elegir a nuestros representantes políticos y depositar en ellos la confianza para llevar a cabo todas estas políticas necesarias.