Andrés Manuel López Obrador incumplió todas y cada una de sus promesas. Mintió más que respirar. Traicionó todos y cada uno de sus «ideales». En efecto, fueron los pobres los primeros en sufrir las consecuencias de un sistema de salud deliberadamente destruido, los que perdieron la ruta consistente del trabajo digno y la mejora en sus condiciones de vida, fueron ellos los enajenados mediante un sistema de dádivas que no tarda en reventar. Sus cercanísimos, los más burdos ladrones, que dejaron cortas las raterías de Peña Nieto y secuaces, a los que protegió. Militarizó al país hasta extremos incomprensibles e injustificables. Creció desproporcionadamente la deuda pública que prometió detener. Su gobierno fue un ecocida. Nuestros tataranietos seguirán pagando los costos de sus absurdos e inútiles caprichos faraónicos. Hoy, importamos más de la mitad de lo que comemos y el 80% de la energía que «por nuestros calzones soberanos» compramos al extranjero y pagamos en dólares.
AMLO impuso el imperio de los otros datos, dinamitó con éxito las instituciones democráticas, retrotrajo al país 40 años a un esquema más autocrático que el del PRI hegemónico. Dejó destruirse la de por si deficiente e insuficiente infraestructura de México; de hecho, tuvieron que convocar a un absurdo «bachetón», el reconocimiento expreso de la incapacidad (y el desinterés) para gobernar. Dejó 800 mil muertos por covid, debido a una caprichosa e incomprensible anti política de salud (los muertos le vinieron como «anillo al dedo», reconoció), 300 mil fallecidos más, «excedentes», y muchos, muchos fallecidos por afecciones simples y curables, debido a carencia de recursos sanitarios elementales.
Oficialmente, AMLO dejó unos 200 mil asesinados violentamente y un número desconocido de desaparecidos, que por lo menos supera los 50 mil. El gobierno de su sucesora reconoce que hasta hoy, ha destruido 839 laboratorios clandestinos de fabricación de drogas que según AMLO, jamás existieron. Pero rifó el avión, e inauguró 4 veces DOS BOCAS. Y tuvo que talar, el pobre, más de 10 millones de árboles en la selva, cuando prometió no tocar ninguno.
AMLO debe estar muy cansado… y orgulloso de su labor.
¡Ya déjenlo en paz, carajo!