Poco se habla de lo que fue la marea rosa. Se ganó su nombre y apellido porque se vistió del mismo color de la institución por la que salió la primera vez a las calles y avenidas de México.
Organizaciones civiles y ciudadanos se unieron con el fin de defender al INE, nuestro instituto encargado de organizar y proteger nuestras elecciones.
El movimiento de la marea rosa no tiene el reconocimiento que se merece, es parte de la historia moderna de los movimientos por la libertad de una nación. Considero que debemos sentarnos a meditarlo con un café.
Nunca en la historia de México se habían realizado estás marchas, con tal civismo y pasión. López Obrador y su séquito lograron transformar al país, no cabe duda, despertaron no solo a la marea rosa, también a la ya conocida 8M así tal cual la reconocemos hoy en día.
Vimos la pasión y las masas en la campaña opositora de María Corina y Edmundo González en Venezuela 2024 y fue entonces cuando me dije:
“México se convirtió en Venezuela y no nos dimos cuenta”
Calles, plazas y avenidas repletas de ciudadanos que por sus propios medios llegaron, movidos por sus convicciones democráticas y de libertad.
El Zócalo y calles alternas fueron una marea rosa, no para ir a rendirle tributos a gobernantes ni partidos con delirios de reyes.
Concentraciones simultáneas en más de 100 ciudades, incluídas en el extranjero.
La verdadera oposición fue la marea rosa que de manera orgánica cobró fuerza.
Después de los resultados de la elección de Estado que vivimos, la marea se desorientó, tomará su debido tiempo pero tengo la certeza que volverán las olas porque México así lo amerita.