No es el único, pero el caso de Guerrero en donde el presidente López Obrador rompe lanzas a favor de un ciudadano acusado del delito de violación es bastante preocupante. Para defender a Félix Salgado y su aspiración por competir por MORENA al gobierno de Guerrero López obrador acude al argumento de la presunción de inocencia y del supuesto apoyo que la ciudadanía ofrece al referido aspirante aún sin haber celebrado elección alguna. Es mala señal, porque, al margen de ser ciertas o no las acusaciones, eso lo determina un juez no un político. Y que el presidente de un país sumido en tres severas crisis (de salud, económica y de inseguridad pública), desvíe su atención a un caso que pasará a la historia político electoral de este país como un insulto a la democracia y al sentido común de los ciudadanos, no concita esperanzas de mejoría sociopolítica. Este caso, como el del precandidato a diputado local en Puebla, a quien MC canceló su registro por “actitudes impropias” con su hija, y las muestras de nepotismo político electoral que proliferan por todo el territorio, son signos manifiestos de la decadente moral pública en este país y del oscuro laberinto de nuestra democracia.