Aquí parte de la conferencia mañanera de López Obrador del viernes 9 de abril:
- Presidente, ¿está descartado un proceso de vacunación a personal médico privado?
- No, porque ese va a ser titular de Reforma.
- ¿Tendrán que esperar que les toque por edad?
- Que nos esperen.
- Entonces sí está descartado.
Y así, abiertamente, el Presidente de todos los mexicanos anunció que no vacunará a los médicos privados de manera prioritaria, como ocurre en el resto del mundo, porque él trae un pleito con el periódico Reforma. Así, desparpajadamente, evidenció las pulsiones que están saboteando su sexenio y produciendo una transformación que se parece más a una destrucción. En este tema, como en tantos otros, demostró las tres i’s que se han vuelto sello de su gobierno: incongruencia, ideología e ignorancia. Posiciones asumidas que poco después son contradichas, privilegios combatidos que se vuelven derechos cercenados, decisiones tomadas cuya lógica no es el interés público sino el calendario electoral. Un Presidente y una administración más propulsados por los prejuicios que por el bienestar de toda la población.
Incongruencia porque cuando AMLO tuvo padecimientos del corazón no tuvo reparo en acudir a Médica Sur, una institución privada. Incongruencia porque la mayor parte del gabinete hace lo mismo y la actual élite en el poder rara vez se atiende en el IMSS o en el ISSSTE. Cómo olvidar a Mario Delgado haciéndose una revisión médica en el Hospital ABC, evidenciando la contradicción entre austeridad decretada para el resto de la burocracia, mas no para los nuevos privilegiados. Y peor aún, en el momento más álgido de la pandemia, López Obrador presumió el acuerdo negociado entre Marcelo Ebrard y los hospitales privados. Incluso tuiteó: «En épocas difíciles como esta, la solidaridad emerge: los hospitales privados contribuirán a garantizar la salud del pueblo». Fomentó una colaboración necesaria que ahora desdeña; pidió ayuda que ahora niega por monomanías personales e imperativos electorales.
Con tal de dar un mensaje de supuesto «combate a las élites», discrimina y pone en peligro a quienes han dado y siguen dando la batalla contra el Covid-19. Su ideologización revela el sesgo en contra del sector privado que ha teñido las principales decisiones durante los últimos dos años, creando una narrativa binaria donde todo lo «público» es bueno y todo lo «privado» es malo. Pero México es mucho más complejo. Las élites empresariales han sido expoliadoras y extractivas, pero las élites estatales han sido corruptas y rentistas. Lo privado puede lucrar demasiado y lo público puede mal administrar demasiado. A México le urge un balance adecuado entre Estado y mercado, regulación y competencia, intervención e innovación.
Ni el neoliberalismo privatizador ni el estatismo sofocante. Ni el sector privado que se aprovecha de la privatización, ni la burocracia pública que se enriquece vía la estatización. Pero en vez de cambiar las reglas del capitalismo de cuates, el lopezobradorismo ha elegido la ruta fácil y políticamente redituable: satanizar y polarizar y enemistar y colocar en la pira de la indignación a cualquier actor privado, excepto si de Ricardo Salinas Pliego se trata. Todo para arengar a su base y sacarla a votar, aunque sea a favor de un gobierno que empeorará la vida de las mayorías.
Por ignorancia sobre la diversidad del país que gobierna. Por equiparar lo «privado» con el lucro y la ganancia y el abuso, sin considerar que 80 por ciento de los médicos privados trabajan en pequeñas farmacias, clínicas, hospitales donde cobran 40 pesos por consulta. Siguen en la «primera línea» de la pandemia junto con los que manejan ambulancias, asean centros médicos, atienden pacientes quizás contagiados y asintomáticos. Por eso, a nivel global, la prioridad ha sido vacunar a todo el sector salud, sin discriminación entre lo público y lo privado, sin distinciones de clase social o código postal, sin privilegiar a maestros en estados con elecciones u operadores electorales como los Siervos de la Nación. Las tres i’s de López Obrador explican por qué en México han fallecido más trabajadores del sector salud que en cualquier otro país. Como advirtiera Aldous Huxley, los datos no dejan de existir porque sean ignorados. Pero la incongruencia, la ideologización y la ignorancia sí producen muertos.