Rebelión en la Granja es el título de la muy festejada obra de George Orwell, que en nuestro país en tiempos de la emigración del ruralismo hacia las grandes ciudades convertimos en una frase muy celebrada en nuestro argot popular: “Ya hay p…do en el ejido”, significando de esa manera la existencia de barruntos de pleitos o de abruptas divisiones. Como fuere, el título orwelliano o nuestra folklórica frase sirven a modo para describir los nubarrones que se ciernen sobre el nada plácido universo de MORENA, el partido en el gobierno enfrascado en una lucha por permanecer en el poder y conservarlo en un escenario en donde su pugna topa con la aún incipiente madurez de nuestras instituciones a las cuales el presidente ha declarado la guerra y con picota en mano se esfuerza por demoler. En nuestro régimen democrático, de arraigado presidencialismo tal escenario es posible dentro de los límites del marco normativo, del cómo y con qué lo haga depende la anuencia u oposición de los grupos políticos y factores de poder que no concuerden con esa tendencia. Pero, volviendo al ejido, o a la granja, siendo MORENA una organización política erigida en Partido hace apenas ocho años y ya en el usufructo del máximo poder político del país aún no goza de la estabilidad interna requerida para soportar peso tan enorme, es decir, el corto periodo de tiempo entre su creación y la toma del poder no permitió a MORENA estructurarse sólidamente y por ende sufre de constantes erupciones a su interior; también su génesis social y política influyen sobremanera, pues venir de la protesta callejera al manejo del poder casi absoluto no está exento del fuerte impacto de un abrupto status, por lo que, una vez con el ejercicio del poder se antoja difícil la posibilidad de soltarlo. En concreto: respecto de su precursor inmediato (el PRD), las tribus se han reducido a dos: la que desea ir al extremo con todas sus consecuencias, y la “negociadora” respetando la vía institucional: Ebrard y Monreal no parecen caminar por la primera vía. Y qué decir de Porfirio Muñoz Ledo, protagónico histórico de la novela política mexicana, pues al igual que lo hizo en el siglo pasado, prosigue sentando pautas en el actual: en sincronía de cuando formó parte directiva de la Corriente Democrática al interior del PRI en 1987 provocando una severa ruptura en ese partido, ahora, en la XL Reunión Plenaria de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina (COPPPAL), con índice tronante señala respecto del primer mandatario: “la pista ya se le está acabando, él piensa que puede heredar al siguiente gobierno su asociación con los delincuentes y que eso le otorga mayor poder, porque además tener autoridad y recursos del gobierno federal estos se suman a los del narcotráfico, porque no hay nada que se le pueda oponer, a esto llamamos en México El Maximato”. Esas son palabras mayores en la hora de las definiciones y será interesante observar cómo manejará ese escabroso asunto el máximo dirigente de MORENA, porque, como sea, será de antología.