Hace ocho años MORENA daba los primeros pasos como nuevo integrante del diagrama partidista de México, en 2014, año de su nacimiento, el país era gobernado por el PRI, mientras que el PAN y el PRD le competían en elecciones estaduales y gobernaban en algunas entidades federativas, el del Sol Azteca mantenía su hegemonía en la capital de la república y el PAN, habiendo gobernado el país durante 12 años aspiraba a recuperar esa elevada posición, y gobierna actualmente en 7 estados. Pero, hete aquí que en el seno perredista se produjo una severa escisión que condujo a una estremecedora ruptura al emigrar sus mejores cuadros políticos hacia las nuevas siglas: MORENA (Movimiento de Regeneración Nacional), dejando al PRD en condición de mera entelequia partidista. Seguían al político cuya contumacia lo había convertido en el paradigma popular por excelencia, el preferido de quienes ya nada tenían para perder y les significaba la esperanza del cambio, para, ahora sí, alcanzar mejores condiciones de vida. En 2015, en su primera participación electoral MORENA obtuvo buenos números en las elecciones legislativas; en 2016 compitió para ganar Veracruz, no ´triunfó, pero el número de votos recaudados fue significativo; en 2017, no obtuvo la gobernanza del Estado de México porque desde el gobierno le echaron toda la leña al asador combinándose con el PRD para restarle fuerza al empuje de MORENA. Vino el sunami electoral de 2018 y allí comenzó la narrativa electoral de estos tiempos con MORENA llevando la batuta de manos de un presidente con elevados índices de aceptación. Semejante al Partido Nacional Revolucionario de 1929 (PNR), este partido junto con sus aliados gobierna ya en 18 entidades federativas, y con los resultados electorales de ayer todo señala que extenderá su territorio gobernado diseñando un escenario geopolítico de difícil cifrado para la oposición, pues el próximo año estará en juego el gobierno de la entidad mexiquense, la primera fuerza electoral del país, y el pronóstico no señala hacia el optimismo. El resultado electoral conocido hasta ahora señala hacia un PRI camino a su definitivo ocaso al perder dos de los cuatro estados donde aún gobierna, Hidalgo y Oaxaca pasan a poder de MORENA, se quedará solo con Coahuila y el Estado de México a jugarse en la justa electoral de 2023 y que difícilmente podrá retener. Triste final de un partido de brillante acontecer, de extraordinario protagonismo político al servir como el eje estructurador de la política de los gobiernos de 1946 al año 2000. Dicho está: “no todo es para siempre”. Por ahora, MORENA se lleva cuatro de seis entidades y su vertiginoso avance emula al de sus antecesores genéticos: PNR-PRM y PRI al grado de recordar la repetida frase “la Historia, cansada de crear se repite”. Así las cosas, cabe la interrogante ¿esto garantiza la permanencia de MORENA en el poder nacional aún después del 2024? En apariencia así parece, pero es prematuro ser tan concluyente, lo prudente será esperar a los acontecimientos venideros, que incluyen variables relativas al acontecer del partido gobernante, al desempeño de las “corcholatas” destapadas, al incumplimiento de los ofrecimientos de campaña, y, también, a factores de poder de adentro y fuera del país. Como sea, en plan ciudadano debemos estar contentos porque, una vez más, el órgano rector de las elecciones en México, el INE, ha logrado una vez más resultados de cuyo aval es responsable y otorgan seguridad y confianza en la madurez democrática de nuestro sistema político.