No hubo mucho optimismo cuando el martes pasado, en la mañanera de ese día, se escuchó el anuncio del presidente de su carta remitida al presidente Biden para reiterarle que México no es una colonia y lucha por su soberanía: “»Ahora que hay esta diferencia o la interpretación sobre la soberanía energética hoy le estoy enviando una carta al presidente Biden sobre este tema, de manera muy respetuosa. «Primero quiero que le llegue la carta y tenemos que cuidar que sea buena la relación, pero que no nos traten o nos dejemos que nos traten como colonia, porque México es un país independiente, libre, soberano que confía en su vocación de respeto a la soberanía de nuestro país…”. El escaso optimismo radica en el destino final de esa misiva, pues ya hubo una primera carta sin respuesta, es esa se pedía al gobierno del vecino país que suprimiera su apoyo financiero a los opositores al gobierno de México, y calificó de “injerencista” el referido apoyo. Salvo que en el silencio de la omisión vaya el mensaje de la respuesta, nada se sabe al respecto. Por ese antecedente, mucho se teme que la carta a la cual hizo referencia el presidente López Obrador el martes pasado solo obtenga acuse de recibo, pero sin respuesta alguna. No tiene caso intentar una hipótesis respecto al silencio de allá para acá, pero sin duda, el asunto no pinta bien cuando el remitente recibe como respuesta el silencio, pues implica un diálogo epistolar cargado de indiferencia de una de las partes, que no es precisamente la mexicana. Eso duele y lastima, porque se produce precisamente cuando se publican adelantos del libro escrito por Jared Kushner, el yerno de Trump, en uno de cuyos capítulos describe la forma en cómo “dobló” a nuestro gobierno y lo obligó a dar un cambio muy acentuado en su política migratoria. En ese contexto, no es posible saber si será mejor que no contesten la referida carta o esperar una respuesta nada conveniente.