domingo, noviembre 24, 2024

Marcel Proust, la grandeza de la memoria. (III) Centenario de su muerte

En busca del tiempo perdido 2: “A la sombra de las muchachas en flor. Primera parte.

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

Cuando arribamos al tomo dos de: “En busca del tiempo perdido”, el universo Proustiano ya es enorme, hemos conocido a una amplia gama de personajes. De igual manera pudimos viajar junto a Marcel por Balbec, París, Parma, Florencia, Venecia, y si algo tenemos claro es que el protagonista central se encuentra enamorado de Gilberta Swann, y que Carlos Swann se casó con Odette. En este sentido es importante no perder de vista que el manejo del tiempo narrado puede variar, ejemplo de ello es que primero sabemos de la pasión que Marcel siente por Gilberta, y conforme se avanza en la lectura comprenderemos que esta bella joven es hija de Carlos y Odette, esto mismo explica que sea hasta el segundo tomo cuando Marcel nos detalle el desarrollo de la pasión que Carlos Swann sintió por Odette. El lector no debe preocuparse con el juego del tiempo en la narrativa, porque conforme se lee, son tan claras las descripciones de cada personaje, que cuando nos volvemos a encontrar con uno de ellos, su solo nombre inmediatamente nos remite a lo leído páginas atrás.

Los títulos de cada tomo tienen una explicación aparentemente sencilla. En el caso de: “A la sombra de las muchachas en flor”, aquí Marcel narrará sus primeros amores, pasiones, deseos, sensaciones eróticas, alegrías y frustraciones. Empero, recordemos que estamos ante una obra monumental, erudita, exquisita, variada, ejemplo es que Marcel dialogará con diversos personajes de libros, autores… de hecho, un tema recurrente será la pieza trágica: “Fedra” de Jean Racine. Los protagonistas discuten esta obra porque Marcel fue al teatro para ver actuar a la “Berma”, personaje probablemente ficticio, y en torno a la actuación de la “Berma” hay toda una discusión respecto a la tragedia, a Racine, sin olvidar que el mito trágico de “Fedra” fue escrito por Eurípides, y así, página tras página el universo Proustiano es comprensible pero el mismo tiempo inabarcable, aun así, cada lector podrá experimentar momentos cumbres, les compartiré algunos.

Marcel se encuentra en plena adolescencia, y con ella le llegó su primer amor en la figura de Gilberta Swann. Todos en algún momento vivimos esa primera sensación, la forma puede variar y por supuesto que el desenlace de ese amor hará que nuestros recuerdos sean diversos; sin embargo, existen ciertas emociones y acciones que son características muy humanas. Lo anterior se percibe en el momento que Marcel le redacta una carta a Gilberta: “Y, sin embargo, yo aún era joven, puesto que le había escrito una carta donde le contaba los solitarios ensueños forjados por mi cariño, en la esperanza de suscitar en ella ensueños semejantes. Y la pena de los hombres que envejecen es el no soñar ya siquiera en escribir cartas de ésas, porque saben que son ineficaces.”

Parte del contenido de la carta y la reflexión que realiza Marcel sobre los cambios que vamos viviendo al paso de los años son temas dignos de meditar. De entrada, lo primero que debemos hacer al momento de intentar recuperar el tiempo perdido a través de la memoria consiste en no convertirnos en jueces implacables con nosotros mismos. Es normal que ante determinados hechos sintamos cierta vergüenza, posiblemente, según sean los casos, remordimiento de conciencia, arrepentimiento, coraje, y un sinfín de impresiones donde a veces somos víctimas y en otras victimarios. Pero, si algo nos han enseñado los años, es que por vergonzoso o difícil que sea un recuerdo del pasado, debemos comprender el contexto en que vivimos ese acto, esto incluye edad, experiencia, educación recibida, el nivel del pensamiento y criterio que en ese momento teníamos, todas estas y otras características explicarán y nos harán comprender que lo acontecido en nuestro pasado es absolutamente entendible incluyendo los recuerdos más desagradables.

Lo anterior no significa que en el presente no nos equivoquemos como en el pasado, no, solo que en el presente ya tenemos experiencia, razón por la cual se nos exigirá un alto grado de conciencia, y, sobre todo, debemos poseer un importante sentido de responsabilidad. Esto no implica convertirnos en máquinas razonables que todo lo hagan con extremada precaución, prevención, porque la vida misma se nos haría cansada, sentiríamos que nos morimos en la nada. Cuando Marcel narra el contenido de la carta es un hombre adulto, y allí afirma que el hombre al ir envejeciendo ya no escribe cartas, es decir, el hombre adulto va dejando de soñar, quizá, ama con menos intensidad, porque la tragedia del tiempo y la finitud de éste en nuestras vidas nos limita. El paso del tiempo puede llegar a atormentarnos, a provocarnos la sensación de desinterés, en parte comprensible. No obstante, me resisto, porque debemos tener el cuidado de que nuestras vidas no sean tan rutinarias y ordinarias, seguramente ya no podemos amar e ilusionarnos como cuando éramos jóvenes, no podemos hacer muchas cosas que ayer hacíamos, pero podremos con la madurez, adultez y vejez realizar y disfrutar demasiadas cosas que solo con esta edad se pueden valorar: la tranquilidad, la buena compañía, la paz interior, el equilibrio mental, el saber aprovechar el tiempo, todas estas son actitudes que se aprenden con el paso de los años. En esencia, los cambios en nuestro ser son inevitables, lo importante es nunca dejar de vivir, y si nos equivocamos, debemos corregir el camino, pero siempre seguir adelante, viviendo, disfrutando…  

La palabra corregir la quiero utilizar como símbolo del vivir, porque quien vive se equivoca y no se trata de elogiar los errores, las equivocaciones, empero, en el terreno de las relaciones humanas, y más en las relaciones amorosas, el término equivocarse será recurrente e iremos mejorando conforme vayamos viviendo.  Marcel en instantes era feliz cuando podía estar y convivir con Gilberta, pero esa misma felicidad se convertía en desesperación porque el que ama quiere poseer, quiere al ser amado solo para él, casi casi quisiéramos que ni el viento la tocara, ahora bien, cualquier lector podría pensar que amar así es enfermizo, y considero que, si no es enfermizo, por lo menos esa actitud denota un descontrol, mas le pregunto al mismo lector: ¿no ha sentido algo así? Marcel nos cuenta que el propio Carlos Swann al estar enamorado de Odette, ya siendo un hombre hecho y derecho, vivía estas alteraciones:

Pero Swann estaba ciego, en lo que hacía a Odette, no sólo para aquellas lagunas de su educación, sino para lo mediocre de su inteligencia. Y, es más: siempre que Odette contaba un cuento estúpido, Swann la escuchaba complacido, alegre, casi admirado, como con un rezago de voluptuosidad; y, en cambio, en la misma conversación, las cosas finas o profundas que él dijera las escuchaba Odette, por lo general, sin interés, impaciente y de prisa, y muchas veces las contradecía severamente. Y si se piensa, a la inversa, en tantas mujeres de mérito que se dejan seducir por un zopenco, implacable censor de sus más delicadas frases, mientras que ellas se extasían, con la infinita indulgencia del cariño, ante sus más vulgares tonterías, se llegará a la conclusión de que en muchos hogares es usual esa sumisión de los espíritus más selectos a los vulgares.”       

Las relaciones humanas son complejas, al momento que recordamos y buscamos reencontrarnos con el tiempo perdido, iremos limpiando mucha malva de nuestro camino transitado, y en esa limpia podremos empatar el pasado con el presente, y el resultado final puede ser sorprendente, porque la forma en que hoy pensamos, amamos, soñamos, nos ilusionamos, nos cuidamos, es producto de todo el transitar del ayer, y con esta postura, aunque el tiempo sigue haciendo sus estragos, lo que hemos recorrido no es tiempo perdido, es tiempo vivido, y seguiremos recordando el pasado y viviendo el presente…el futuro es una ilusión, aquí seguimos ilusionados…

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Facebook: José Miguel Naranjo Ramírez.

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