“La fuerza del Presidente es moral, no es una fuerza de contagio”, fue la zalamera expresión del doctor López Gatell al explicar el padecimiento de Covid-19 que aquejaba al presidente López Obrador, afortunadamente sin graves consecuencias. El fraseo de López Gatell fue bastante comentado por su acentuado tufo de servilismo, muy raro en quien por su profesión puede ser catalogado como un científico. Con los índices de la pandemia a la baja y los dramáticos resultados de la estrategia para combatirla en nuestro país, el doctor Gatell sufrió un grave descrédito, porque no es poca cosa el que México figure en el cuarto lugar de defunciones a causa del Covid-19, incluso por arriba de países con mayor población, la India, por ejemplo. Pero, volviendo a la frase del inicio, traslapándola al efecto de empatía que provoca la imagen del presidente López Obrador en ciertos sectores de la población mexicana debemos aceptarlo como un genuino fenómeno de psicología de las masas. No hace mucho, en plática con un destacado comunicador, éste se mostraba realmente sorprendido a causa de la empatía (“irracional”, sugirió, que le despierta el desempeño del presidente López Obrador en su rutina diaria, pese a no coincidir con sus acciones de gobierno. ¿A qué pudiera deberse esa dicotomía de sentimientos y la discrepancia psicológica respecto a las acciones de una misma persona? ¿A cuántos mexicanos le ocurre el mismo fenómeno? Quizás parte de la respuesta a esta última interrogante la encontremos en el resultado de las consultas de opinión, pues es notable que entre quienes declaran su simpatía personal hacia el presidente, un grueso número acepta no estar de acuerdo con las acciones de su gobierno. Es decir, la actitud paternalista de López Obrador conquista voluntades personales, aunque como gobernante no concita igual número de afinidades. Debido a que está en juego el futuro inmediato del país es interesante el fenómeno que abordamos, porque la figura presidencial es imán que atrae simpatías hacia su partido, y se refuerza con la implementación de programas sociales, muy ad hoc a propósitos clientelares. Si a este fenómeno agregamos la significativa presencia territorial de MoReNa en el país al gobernar las dos terceras partes de las entidades federativas, podemos tener clara idea de las dimensiones del reto que tienen enfrente los adversarios del presidente, “la oposición” en términos genéricos. Tarea titánica, sin duda, pero la política es la ciencia de lo posible, según dicen quienes de eso saben.