Serpientes y Escaleras
Salvador García Soto
La estridencia, los adjetivos y las descalificaciones, que igual se refieren a posiciones políticas que a asuntos personales y hasta cuestionamientos de «moralidad», se han apoderado del Congreso mexicano. En medio de la polarización política y la división que enferma al país, las Cámaras legislativas son fiel reflejo de la distorsionada visión política que impera en este sexenio. El ataque, la insidia y la descalificación, impuesta y atizada desde el mismo jefe del Estado, han permeado a los tres Poderes de la Unión y a la misma sociedad que asiste —unos fascinados, otros excitados y los más decepcionados y asqueados— a un debate político del nivel más ínfimo, en el que, a falta de argumentos, prevalecen los gritos y la violencia verbal.
Un buen ejemplo de ello es lo que sucedió ayer en el Senado de la República, donde un debate trascendental para el futuro del país y de los ciudadanos, el de la militarización de la seguridad pública, se tornó en una suerte de arena romana en la que lo mismo los oficialistas que los opositores buscaban, más que parlamentar, hacerse pedazos unos a otros. La razón es lo que menos se exigía o aparecía en la tribuna senatorial a la hora de explicar por qué el Ejército tiene que continuar en las calles y a cargo de la seguridad civil hasta el 2028 o por qué no debiera hacerlo. Las descalificaciones fueron subiendo cada vez más de tono y se salieron de control sin que hubiera nadie capaz de moderarlas.
Mientras la oposición se dividía y la fracción del PRI se partía en dos, el coordinador de Morena, Ricardo Monreal, aseguraba anoche que negoció con todos los partidos del bloque opositor, no solo con los priistas que al final defendieron la nueva redacción de la reforma al 5to. Transitorio constitucional. «Negociamos con todo el bloque; de sus 13 propuestas incluimos 11», confesaba Monreal en la tribuna y eso encendía a las bancadas de oposición, donde muchos senadores no se enteraron que sus coordinadores estuvieron negociando y acordando con el gobierno y con Morena. Es decir, que los jefes del PAN, de MC y del Grupo Plural, incluidos los del PRI, ¿también negociaron en lo oscurito con Monreal y Adán Augusto? ¿Quiénes sí lo hicieron y quienes no? y ¿cuáles son las dos propuestas que hizo el bloque opositor y que no aceptaron Morena y la Presidencia?
El debate interno que desató esa confesión de Monreal hizo que anoche se alargara el proceso de votación que se había previsto para la tarde con los votos a favor de Morena, PT y PVEM, sumados a los de 8 priistas y 3 perredistas que les darían la mayoría calificada para aprobar la reforma constitucional que tanto le importa al presidente López Obrador para garantizar la continuidad de su estrategia de consolidación de la Guardia Nacional más allá de su sexenio.
Y a lo largo del día, en las casi 12 horas que duró el debate en el Senado, hubo momentos penosos y mucha estridencia. La senadora panista, Lilly Téllez, subió tribuna y aunque llevaba un discurso que cuestionaba la militarización y advertía de los riesgos de darle tantas funciones y poder al Ejército, los adjetivos y descalificaciones a los morenistas, a los que comenzó saludando como «corruptos y ceros a la izquierda», terminaron por incendiar la sesión y mientras la senadoras y senadores de Morena le gritaban insultos desde sus escaños, Téllez los callaba como si fueran mascotas: «Cállese y siéntese Napoleón, en un momento más le darán sus croquetas», le dijo al senador Gómez Urrutia, líder del sindicato minero.
La respuesta de los morenistas al discurso provocador de Lilly Téllez llegó en dos vertientes: por un lado, el aludido, Napoleón Gómez Urrutia, le contestó acusando que «el PAN y algunos de los miembros de la oposición, han convertido a este Senado, han devaluado y han degradado el nivel de los senadores. Se han convertido en provocadores profesionales, en insultar con vulgaridades, en descalificar sin ningún sostén, más que decir que la militarización se está provocando con este concepto… Basta ya de provocaciones y vulgaridades, elevemos el rango, sean senadoras de categoría no auténticos mercaderes chafas, una situación que no corresponde al Senado de la República».
Pero la otra respuesta de Morena le termino dando la razón a Gómez Urrutia y no precisamente por la oposición, sino por una senadora de su propio partido, la campechana Rocío Abreu, quien subió a tribuna a contestarle a Lilly Téllez, pero no con argumentos o datos, sino con temas de su vida personal: «No acepto señalamientos de una persona que tiene una doble moral y una cola, que bueno. Aquí viene a hablar de moralidad cuando todos sabemos que es una mujer de ligerezas; cada quien tiene derecho de acostarse con quien quiera, yo no tengo la culpa si se ha acostado con medio TV Azteca… Lo que ella ha hecho es una injuria y una mujer que le falla a sus propias amigas, te manda saludos Marisa, por cierto. Porque desgraciadamente uno a sus amigas no les anda bajando sus maridos, si vamos a hablar de cosas personales, la señora tiene mucho que explicar… Al final de cuentas yo la entiendo porque es una mujer que tiene afectaciones mentales, que le hagan un antidoping, porque aquí venimos a ser senadores y no a dar espectáculos».
Al show de los desvaríos se sumó el senador Félix Salgado, quien pidió la palabra para interrumpir a la senadora priista Claudia Ruiz Massieu, cuando explicaba su voto en contra de la reforma. Y con su sombrero campirano y una parsimonia envidiable, el senador guerrerense le dijo a Claudia que a su padre «lo mandó a asesinar Carlos Salinas de Gortari, yo lo dije en Senado, en la tribuna y lo sostengo», decía Félix ante las caras de incredulidad y molestia de la senadora del PRI. Pero luego el mismo Salgado Macedonio se preguntó en su alocución: «¿quién mató a Colosio? Y el mismo se respondió: «También Carlos Salinas de Gortari», luego haría una apología del discurso de Luis Donaldo el 6 de marzo de 1994 en el monumento a la Revolución como «un discurso tan hermoso y tan puntual».
Por parte de los priistas que decidieron votar a favor de la reforma al 5to. Transitorio, de las que mejor explicaron el sentido de su voto fue la senadora Sylvana Beltrones, quien en medio de las estridencias y los gritos, recordó que fueron los mismos senadores los que aprobaron la reforma constitucional de 2019 para crear la Guardia Nacional, con mando civil pero formación militar, a sabiendas del riesgo que representaba seguir metiendo a los militares a la seguridad civil para la que no están preparados. «Sin embargo decidimos tomar el riesgo no solo por una urgencia, sino también por una estrategia: darle tiempo a la Guardia Nacional para madurar y consolidarse, junto con las policías locales. A tres años no podemos presumir muchos resultados y lamentablemente las necesidades siguen vigentes».
La senadora prisita dijo que no se podía aprobar una extensión de tiempo a la presencia del Ejército sin mayor análisis ni una reflexión de las lecciones aprendidas. No podemos ver este problema como un sí o un no a todo, eso era un falso debate, un falso planteamiento que busca eludir responsabilidad, por culpa del pasado o apostarle al fracaso del futuro. Aseguró que el dictamen que ayer se votó fue fruto de las ideas y trabajo de un buen número de senadores y que no es un cheque en blanco que permita al Ejército permanecer en las calles. Beltrones cerró su posicionamiento diciendo que la reforma que se aprobó permitirá al Senado garantizar la conclusión de las Fuerzas Armadas en el 2028. «El país requiere compromisos y no simples descalificaciones. Hay algunos que nos les gusta que acordemos. Una verdadera oposición no es la que anula el poder, sino la que modera sus excesos. Ya lo decía el gran líder de izquierda que fue Heberto Castillo: es más fácil ser radical, que ser útil».
Al final, entre la estridencia, la polarización y las descalificaciones que reinaron en el debate el resultado de la operación política de Ricardo Monreal y Adán Augusto López y de la negociación que encabezaron senadores del PRI como Jorge Carlos Ramírez, la mayoría constitucional se alcanzó con 83 votos: los de Morena, el PT y PVEM, sumados a los priistas Ramírez Marín, Manuel Añorve, Mario Zamora, Claudia Anaya, Eruviel Ávila, Verónica Martínez, Ángel García Yáñez y hasta el cierre de la columna no se definía el de Beatriz Paredes. Del lado del PRD votaron a favor Miguel Ángel Mancera y Silvano Aureoles y estaba en duda Juan Manuel Fócil. Las ausencias de la senadora Ifigenia Martínez, de Morena, y de Carlos Aceves del Olmo, del PRI, facilitaron que se alcanzara la mayoría. Y de todo lo que quedó claro es que al Senado le falta mucho nivel y argumentos en sus debates ¿o será que también aplica aquello de que tenemos los senadores que nos merecemos?