Fui a la marcha de ayer en contra de la reforma de López Obrador que tiene el objetivo de capturar el INE y el Tribunal Electoral. Mi primera sorpresa fue ver la gran cantidad de gente que asistió. No quiero entrar a la discusión de los números donde fuentes gubernamentales publicaron cifras inverosímiles. Lo que yo vi es todo Paseo de la Reforma lleno de manifestantes tratando de llegar a la Plaza de la República.
En mi caso, cuando arribé, ya había terminado el discurso del único orador del evento, José Woldenberg. El gobierno podrá divulgar sus números irrisorios, pero la realidad es que en la Ciudad de México y otras urbes del país salieron miles de mexicanos a protestar en contra de la captura del INE y el Tribunal.
Creo que los manifestantes de ayer eran fundamentalmente de clase media. Ésos que le propinaron una derrota importante a Morena en las ciudades, incluyendo la capital, en las elecciones de 2021. Ésos que podrían ganarle la Presidencia a Morena en 2024. Si los morenistas no lo quieren ver así, muy su problema. Por mí, que se duerman en sus laureles.
Una amiga con la que iba marchando me dijo: “Te das cuenta que ésta es la primera ocasión que en México sale la ciudadanía a defender una institución”. Efectivamente, bajo el lema del “INE no se toca”, la multitud demandaba la permanencia de una institución que no sólo resolvió un problema histórico de la política mexicana (el fraude electoral), sino que ha probado una y otra vez que funciona para organizar elecciones limpias donde el ganador es el que recibe más votos.
La gente quiere al INE porque el INE es de la gente. Recordemos que, el día de los comicios, casi un millón de ciudadanos se convierten en las autoridades de las casillas, reciben el voto de sus vecinos, los cuentan y reportan los resultados.
Teniendo México tantos problemas que resolver, ¿para qué hacer reformas en donde no hay necesidad de hacerlas porque el sistema funciona?