Serpientes y Escaleras
El presidente López Obrador logró este fin de semana lo que muy pocas personas y temas, además de los intereses externos y bélicos de los Estados Unidos, pueden lograr: unir en un mismo discurso a los congresistas y políticos republicanos y demócratas, que encontraron en la crítica situación de inseguridad y violencia del narcotráfico en México, y en el cuestionamiento a la fallida estrategia de seguridad de la administración lopezobradorista, un punto común para exigirle al presidente Joe Biden que presione a su vecino y socio por acciones más claras y contundentes contra los cárteles de la droga mexicanos.
Con la incorporación del influyente senador demócrata, Bob Menéndez, quien la mañana de ayer domingo hizo fuertes declaraciones a la televisión estadounidense sobre la violencia en México, a partir del secuestro y muerte de los cuatro ciudadanos estadounidenses en Matamoros, el partido gobernante en la Casa Blanca se sube a la ola de opinión política y pública que está cuestionando, desde el vecino país, la ausencia de autoridad en la frontera común y el descontrol y violencia de los sicarios y capos del narco que permea en amplias franjas de la República mexicana.
Si bien los demócratas son hasta ahora cautos y no piden, como sus contrapartes republicanos, una intervención directa de fuerzas de los Estados Unidos, a partir de que se declaren «terroristas» a los cárteles mexicanos, las declaraciones de Menéndez, el senador que maneja los temas de política exterior y diplomacia en el Senado de su país, marcan claramente una intención del Partido Demócrata de no quedarse atrás en el tema del fentanilo y la incapacidad del gobierno mexicano para enfrentar a las bandas criminales que lo producen y trafican, que hasta ahora acaparaban los republicanos y que se convertirá, a querer o no, en una de las agendas de la elección presidencial del 2024 por la presidencia de la Unión Americana.
«Debemos aumentar drásticamente nuestro involucramiento con México, no puede tratarse solo de economía. Tiene que ser sobre seguridad y protección también. Y me temo que en México vamos en la dirección equivocada, así como en cuestiones de democracia», le dijo ayer Bob Menéndez a la cadena Msnbc. Y luego, tras advertir de «rumbo equivocado» que lleva nuestro país en seguridad y democracia, el senador demócrata cuestionó directamente al presidente mexicano y a su fracasada estrategia de seguridad: «El presidente López Obrador habló cuando asumió el cargo de besos, no de balas. Bueno, eso no está funcionando muy bien. La realidad es a lo largo de las comunidades fronterizas, son los cárteles los que manejan las comunidades fronterizas, no el gobierno de México».
No cabe duda de que el político astuto y maquiavélico que es López Obrador cuando se trata de la política interna mexicana, se desvanece y se difumina cuando se trata de la política exterior. En las relaciones internacionales el presidente mexicano no solo se muestra improvisado y aldeano, sino que, además, anteponiendo su ideología personal y sus posiciones aún más personales, ha ido provocando desencuentros, tensiones y hasta rupturas diplomáticas con varios países del mundo.
Y ahora, con un manejo desafortunado e ineficiente del tema del fentanilo —a pesar de los muchos llamados y peticiones previas le hicieron desde la Casa Blanca— y con una respuesta tardía y limitada al ataque criminal que sufrieron los cuatro estadounidenses en Matamoros el pasado 2 de marzo, está llevando la relación bilateral con Estados Unidos, esa que es tan estratégica y vital para la economía del país y para la frontera común, a niveles de tensión y confrontación con los dos grandes partidos del país vecino.
Se necesita talento para unir y poner en contra de su gobierno a dos partidos que hoy están tan divididos y polarizados como la misma sociedad estadounidense. Si hasta ahora la agenda contra el narco mexicano y la violencia cotidiana que provoca en México y que ya también causa muertes y asesinatos de estadounidenses, era bandera de la oposición republicana, que la veía como un jugoso tema electoral, ahora también los demócratas se subieron al tren que busca una confrontación directa con el gobierno de López Obrador y que convertirá al violento narcotráfico nacional en un tema de golpeteo y consigna política en la sucesión estadounidense; algo que por lo demás ocurre en cada ciclo electoral del vecino del norte, pero que esta vez será personalizada en contra del presidente mexicano y su fallida, negligente y sospechosa política de seguridad.