Desde las mañaneras y desde la tribuna levantada en el zócalo de la CDMX el presidente suele enfatizar su lucha por mantener incólume la soberanía del país; en ese contexto amonesta duramente a los congresistas de los Estados Unidos que últimamente claman por combatir a los cárteles de la droga en México ya sea con drones o la intervención directa; no falta razón a López Obrador cuando rechaza esas ridículas pretensiones contra las cuales proclama la soberanía del Estado Mexicano. En realidad, producto de la vecindad, nuestra historia está plagada de desencuentros con diferentes gobiernos del país del norte, cuyo Destino Manifiesto lo impulsa a erigirse en “Policía del Mundo” pues su imperativo fundamental sigue siendo “América para los americanos”; bien lo sabemos en México porque hemos sido víctima de su impulso expansionista. Sin embargo, la economía y la geopolítica obligan a los gobiernos de ambas naciones a mantener una permanente relación económica y política, aunque no exenta de tensiones, como debe ser si se trata defender el interés nacional. Pero los tiempos han cambiado, los movimientos nacionalistas surgidos en la primera mitad del siglo pasado cedieron paso al neoliberalismo económico y la globalización económica incubó condiciones diferentes. Recién se aprobó en 1994 el Tratado de Libre Comercio entre México, Canadá y los Estados Unidos, quienes se opusieron ideológicamente alegaban pérdida de soberanía con serias consecuencias para nuestro país, se argumentó entonces que entregábamos nuestros recursos a las empresas extranjeras que venían “a explotarnos”, no obstante treinta años más tarde comprobamos que nuestra soberanía permanece intacta y gracias a las nuevas reglas económicas con el exterior nuestra economía es una de las más fuertes del planeta. Ahora, el jinete del apocalipsis más activo en nuestro país que trota con soltura es el de la inseguridad, estimulada por la desaforada actividad de los cárteles de la droga que aquí se produce y transita por nuestro territorio hacia los EEUU causando estragos en su población, causa eficiente del actual reclamo de los legisladores estadounidenses. Porque, además, esa avalancha de cuestionamientos por parte de algunos legisladores forma parte de la trama electoral de aquel país, a cambio, desde acá, el presidente los cataloga y califica de “hipócritas e irresponsables”, pero es parte de un rejuego retórico con valores entendidos porque en el país que “no es colonia ni protectorado” el presidente dialoga, informa y establece acuerdos con esos legisladores. Nada para rasgarse las vestiduras de un nacionalismo trasnochado, porque de cualquier manera al margen de la retórica que adjetiva, en una relación bilateral inevitable, es mejor negociar que iniciar un pleito que nadie gana, así lo dice el librito de la Real Politik, más aún cuando allende el Bravo y en México ya están encendidos los motores de la elección presidencial de 2024.