Juegos de Poder
Leo Zuckermann
Tan chocante el lenguaje gélido de los tecnócratas neoliberales como las exaltaciones cursis de la izquierda que pretende salvar al mundo. Los primeros no conectan con la sociedad con sus productos internos brutos, inflaciones subyacentes, índices de Gini o requerimientos financieros del sector público. Los segundos apelan a un mundo de héroes y villanos, como de Disney, donde hay que glorificar a los buenos que se enfrentan cotidianamente a los malos.
Ayer, la gobernadora de Campeche, que tiene una natural vocación a la cursilería de izquierda, participó en la mañanera del Presidente. Tomó el micrófono y nos recetó una serie de loas a AMLO a propósito de la construcción del Tren Maya. Lo que dijo no tiene desperdicio:
“Un hombre que suele caminar junto a sandalias humildes, que entiende los diálogos de nuestra larguísima espera, un poeta innovador, un líder sin temores, llegó desafiante y legendario para darnos respuestas y más caminos de júbilo.
“Hermano Andrés, has venido a levantarnos del polvo, a derribar los pretextos y las escalinatas oscuras del olvido. Hermano Andrés, este corcel metálico que sólo un corazón intrépido como el tuyo fue capaz de soñar y de parir, traerá desarrollo a nuestra tierra. Rescataremos nuestra lengua maya y nuestra cultura ancestral donde se conservan las pisadas de nuestro pueblo.
“Gracias, Andrés, presidente, por habernos dado la oportunidad de escribir un renglón en la larga historia de batallas pacíficas y eternas que tú has encabezado. Andrés Manuel, hijo del maíz y del rayo restaurador, hijo de los cuatro puntos cardinales, tú que llevas 32 soles en el alma, no olvides nunca cuánto te ama tu pueblo”.
Típico discurso cursi de la izquierda fanática. La exaltación al gran líder con lenguaje presuntamente poético.
Layda Sansores se une a una larga lista de “barberos” que escribieron loas a personajes icónicos de la izquierda.
Fíjese usted, nada menos que Pablo Neruda, en su Oda a Stalin:
“Junto a Lenin/Stalin avanzaba/y así, con blusa blanca,/con gorra gris de obrero,/Stalin,/con su paso tranquilo,/entró en la historia acompañado/de Lenin y del viento./Stalin desde entonces/fue construyendo. Todo.
“¡Ser hombres! ¡Es ésta/la ley staliniana!/Ser comunista es difícil./Hay que aprender a serlo./Ser hombres comunistas/es aún más difícil,/y hay que aprender de Stalin/su intensidad serena,/su claridad concreta,/su desprecio/al oropel vacío,/a la hueca abstracción editorial”.
Aquí la letra de la Canción al general Kim Jong Il, de Sin Uh Ho:
“La bella tierra patria, iniciada del Paektu,/rinde, vibrante toda, vítores al general./Dirigente de la nación, la labor del sol siguió./¡Viva, viva el general Kim Jong Il!/Mil flores en el mundo engalanan su amor,/las aguas del mar turquí cantan su gesta también./Hacedor de felicidad, el edén Juche forjó./¡Viva, viva el general Kim Jong Il!/En pos del socialismo con arrojo de acero,/da a mi patria, mi país celebridad mundial./Paladín de la justicia, la soberanía alzó./¡Viva, viva el general Kim Jong Il!”.
Más cerca de acá, están las múltiples alabanzas a Castro, como la canción Y en eso llegó Fidel, de Carlos Puebla:
“Aquí pensaban seguir/Jugando a la democracia/Y el pueblo que en su desgracia/Se acabara de morir/Y seguir de modo cruel/Sin cuidarse ni la forma/Con el robo como norma/Y en eso llegó Fidel/Se acabó la diversión/Llegó el comandante/Y mandó a parar/Se acabó la diversión/Llegó el comandante/Y mandó a parar”.
Silvio Rodríguez, trovador de la revolución cubana, le escribió su canción al Comandante Che Guevara:
“Tu amor revolucionario/Te conduce a nueva empresa/Donde esperan la firmeza/De tu brazo libertario./Seguiremos adelante/Como junto a ti seguimos/Y con Fidel te decimos:/Hasta siempre, comandante”.
Cursis, cursis, cursis, todas ellas. Y, ¡ojo!, a mí no me disgusta la cursilería en principio. Creo que hay ámbitos donde funciona. Pero nunca en la política.
Me choca, además, la exaltación de personajes históricos, sobre todo de aquellos que acabaron siendo unos dictadores como Stalin o Castro.
Lo peor del caso es que hay mucha gente de izquierda a la que les encantan estas cursilerías. Y es que ellos están en la política para lograr algo muy noble: la igualdad de los seres humanos. No sólo creen tener la razón histórica, sino que su corazón late todos los días por una mayor justicia. Su vanidad no tiene límites. Y sus ínfulas suelen acompañarse de palabras pretenciosas para alabar al líder y su causa.
Priceless, en este sentido, la oda de Layda Sansores a AMLO. Lo siguiente es erigir en Campeche una majestuosa estatua del hijo del maíz, del rayo restaurador, acariciando a su corcel metálico.
- Twitter: @leozuckermann