Las disputas entre políticos con mucha frecuencia se acompañan con insultos y hasta con piquetes de ojo, nada para el asombro porque pronto se disipan y al final todo se reduce a discordia retórica. Sin embargo, el tono toma sesgo diferente cuando desde el poder político se escuchan admoniciones contra quienes disienten o no caminan en la misma pista del gobierno, tal parece suceder cuando el Secretario de Gobernación expresa advertencias amenazantes, tal como lo hizo ayer Adán Augusto López al sugerir supuestos malos manejos del ex presidente consejero del INE, Lorenzo Córdoba y del ex secretario ejecutivo de ese órgano autónomo porque “ya aparecerán seguramente algunas series de irregularidades, nos han comentado cometidas por el señor Jacobo Molina”, “testaferro y mozo” de Córdoba. Tiempos de persecución los califica Lorenzo Córdoba, quien a su vez convoca a quienes integran al INE a garantizar “condiciones democráticas” y a resistir con fortaleza los “embates con los que se ha buscado descalificar y minar la credibilidad del Instituto, cosa que me temo, lamentablemente continuará ocurriendo”. Quien haya observado el desempeño del INE en los recientes eventos electorales pudiera certificar la certeza y la confianza ciudadanas en el desarrollo de los procesos electorales, de igual manera, habría podido advertir la confianza inherente en los veredictos de este órgano electoral, cuya decisión no constituye la última instancia, pues esta reside en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Hoy lunes asumen su encargo los nuevos cuatro nuevos Consejeros del INE, tras un proceso encauzado por la norma constitucional, así lo establece el marco legal de la materia que por cierto derrumba la consigna política de que “el INE no se toca”. Ya se verá cuál será el trato político hacia Lorenzo Córdoba, si la advertencia del Secretario de Gobernación ha sido un mensaje para mantenerlo quieto y al margen del activismo político, o si en verdad existe inquina hacia su persona y deseos de iniciar una persecución política o judicial en su contra. También habrá oportunidad de conocer el derrotero del INE, si conserva su condición de órgano electoral autónomo o reedita la conducta de la antigua Comisión Federal Electoral desaparecida en 1990 cuando surgió el IFE. Guste o no, convenga o no, tales son los designios de una nueva clase política en el poder. Pero, finalmente, la última palabra la tiene la ciudadanía con derechos a salvo para votar según su criterio o de quienes mejor le endulcen los oídos. Ya se ha dicho, una ciudadanía enterada y participativa se expresa en democracia avanzada, pero si el “pueblo político” es apático y delega todo a la clase política, entonces se tiene lo que se merece.