sábado, noviembre 23, 2024

Guerrero, el narcoestado crece con los Salgado


Dicen que la historia es cíclica y que a veces se repite. Y eso parece estar pasando en el estado de Guerrero que hoy vive una situación complicada de violencia y dominio del narcotráfico, que parece haber penetrado ya no sólo a los gobiernos municipales y al estatal, sino que también controla prácticamente todas las actividades económicas, políticas y sociales en el complejo estado sureño, en donde las disputas violentas por el control de territorios ocurren entre los cárteles locales de Los Ardillos y Los Rojos, además de grupos externos como La Familia Michoacana que recobran fuerza junto con células remanentes de los hermanos Beltrán Leyva.

El narcoestado guerrerense, que no es un fenómeno nuevo y lleva ya más de 17 años, se está consolidando justo ahora, cuando la entidad es gobernada por el clan familiar de los Salgado, en donde el senador Félix Salgado Macedonio aparece como el gobernador de facto y su hija, Evelyn Salgado Pineda, como la gobernadora constitucional y en funciones, pero que ante su inexperiencia e ignorancia ha repartido el poder, además de su progenitor y de su esposo, entre varios miembros de su familia, como su hermana Liz Salgado Pineda, quien dirige el DIF estatal con un presupuesto millonario, similar al que reciben el Congreso local y el Poder Judicial estatal; y su pareja sentimental, Rubén Hernández Fuentes, a quien nombró Jefe de la Oficina de la Gubernatura, con un sueldo y prestaciones notables.

Ayer mismo, la violencia narca que está asediando a Guerrero volvió a mostrarse en el ataque armado que sufrió en el municipio de Iguala la sobrina del senador Salgado Macedonio, Zulma Carbajal, cuyo esposo Humberto del Valle, murió luego de que los dos fueran emboscados por hombres armados ayer domingo cuando se dirigían a realizar labores de proselitismo en favor de la aspirante presidencial Claudia Sheinbaum. La propia Zulma denunció el ataque a través de una transmisión en vivo en Facebook en la que culpó directamente del atentado al alcalde priista de Iguala, David Gama Pérez.

Carbajal Salgado es hermana de Justino Carbajal Salgado, otro sobrino de Félix Salgado, quien fue asesinado también a balazos el 13 de marzo de 2013 en las puertas de su domicilio cuando se desempeñaba como síndico perredista del Ayuntamiento de Iguala, entonces presidido por José Luis Abarca, actualmente preso por vínculos con la delincuencia organizada. Zulma Carbajal, además de apoyar la campaña de Sheinbaum, se ha desatapado como aspirante a la alcaldía de Iguala en las elecciones de 2024, por lo que realizaba también acciones proselitistas en ese municipio.

Extrañamente el viernes pasado, dos días antes del atentado armado contra su sobrina, el senador Salgado había hecho declaraciones a la prensa de Guerrero en la que pedía, textualmente, que «no se metan con mi familia. A la familia se le respeta», dijo Félix, tras afirmar que tenía conocimiento de una reunión realizada en días pasados en Acapulco entre políticos guerrerenses y dueños de medios de comunicación que, según sus dichos, acordaron «hacer una campaña de desprestigio contra la gobernadora Evelyn Salgado, en la que también actuarían contra su familia».

Y es que, más allá de extrañas coincidencias, Félix Salgado está directamente relacionado en su actividad política y pública con el crecimiento de la violencia y la presencia del narcotráfico en Guerrero. Porque toda esta violencia que hoy vive el estado, en medio de la atomización del fenómeno del narcotráfico, el surgimiento de las llamadas «policías comunitarias» o autodefensas, y el nacimiento y consolidación de cárteles locales como Los Rojos, Los Ardillos junto con la presencia de otros cárteles nacionales, comenzó justo cuando Salgado Macedonio se convirtió en el alcalde de Acapulco.

El 20 de abril de 2006, cuando Félix Salgado cumplía cuatro meses como presidente municipal del puerto acapulqueño, dos cabezas humanas aparecieron ensartadas en las rejas de un edificio de la Secretaría de Finanzas estatal en la colonia La Garita. La horrible escena, que ocurría por primera vez a nivel nacional, causó conmoción en el puerto y más cuando se supo la identidad de los dos descabezados: el comandante de la Policía Municipal, Mario Núñez Magaña, y el oficial Alberto Ibarra Vázquez, junto a las cabezas escribieron un narcomensaje: «para que aprendan a respetar». Ese hecho, que sucedió a un operativo policiaco días antes en donde murieron cuatro sicarios, marcó el inicio de una guerra por la plaza de Acapulco que libraban entonces dos cárteles nacionales: Los Zetas y el Cártel de Sinaloa.

Ahí empezó la violencia del narco que después invadiría los municipios más importantes de Guerrero, que pasaría de ser un estado históricamente productor de marihuana y goma de opio en las zonas serranas, donde operaban grupos del narco que utilizaban al estado solo como lugar de producción y tránsito, a convertirse en territorio de disputa y de cárteles locales que penetrarían en todos los ámbitos estatales e impondrían su ley. Aquellos descabezados y las muchas masacres y balaceras que marcaron el gobierno municipal de Félix Salgado Macedonio tenían por origen la disputa armada de Los Zetas y el Cártel sinaloense, porque ambos reclamaban haber hecho un trato con el entonces presidente municipal que, según los dichos y narcomensajes, había pactado al mismo tiempo con dos grupos del crimen organizado.

Por eso quienes afirman y sostienen el carácter cíclico del tiempo y de la historia, tienen razón. Si los orígenes de la narcoviolencia en Guerrero se remontan al 2006 y a la presidencia de Salgado Macedonio en Acapulco, hoy que él vuelve a gobernar, aunque sea de manera fáctica, y que su hija es gobernadora, lo que está ocurriendo en la empobrecida y marginada entidad sureña, es que se está consolidando un narcoestado que crece y toma forma ante la incompetencia, la complicidad y la complacencia del gobierno estatal y federal. El capricho presidencial de haber impuesto a como diera lugar al clan de los Salgado para gobernar Guerrero lo están pagando con sangre, miedo e ingobernabilidad los guerrerenses.

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