Don José Ortega y Gasset, un clásico

De don José Ortega y Gasset lo más difundido en círculos del café es su frase “soy yo y mis circunstancias”, en su filosofía de la vida el centro lo ocupa la visión individualista, particular de cada uno, respecto del conjunto social, lo llamó perspectivismo. Pero, para no incursionar en presunciones académicas, para lectura de sábado de gloria, aquí insertamos una breve narrativa acerca de la opinión de este gran filosofo español respecto al...
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Otra catástrofe. ¿De veras quieren destruir a México?

Sorprende muchísimo que la presidente Sheimbaum reconozca un error, en la misma tesitura que su mentor y jefe político, ya que ambos no se equivocan y son dueños de la verdad. Por eso se encendieron las alarmas cuando la doctora aceptó que su gobierno compró medicamentos con un sobreprecio de 13 mil millones de pesos. A estos nuevos ladronazos no se les procesó, no se les detuvo. Sólo "se les removió". Los de cuarta creen que estamos acostumbrados, que las cifras pierden importancia y que ellos son inmunes, hagan...

El caso Ana María y la exacerbada violencia juvenil


Jóvenes que, metidos en las garras del narcotráfico, obligan a otros jóvenes a asesinarse entre amigos y terminan desapareciendo los cuerpos de los secuestrados; jóvenes universitarios de clase media alta que golpean y lesionan a otro joven de manera artera y cobarde y lo mandan al hospital; jóvenes en apariencia tranquilos que como respuesta al rechazo de una joven estudiante de Medicina deciden planear su asesinato, la matan por asfixia en su propia casa y luego intentan hacer pasar su muerte como si fuera producto de un suicidio.

Son todos casos recientes que han conmocionado a la sociedad mexicana por homicidios dolosos, feminicidios y violencia irracional en casos ocurridos en distintas partes del país, pero que tienen un común denominador: su difusión, exposición y denuncia a través de las redes sociales. Y en todos y cada uno de ellos se repite una constante, los asesinos, criminales y violentos son todos jóvenes cuyas edades fluctúan entre los 18 y los 21 años de edad.

Es como si se estuviera gestando y manifestando una generación de mexicanos que nacieron y crecieron en un país que comenzó a registrar, justo hace 18 o 19 años –entre el final del sexenio foxista y los inicios del calderonato– una espiral de violencia criminal del narcotráfico que fue permeando y lo fue contaminando todo: desde la normalización de la violencia, hasta el aprendizaje de conductas violentas, la cultura del narcotráfico y la exposición cada vez más gráfica de asesinatos, torturas, decapitaciones, masacres, desaparición de cuerpos que se difunden a través del Internet y de las redes sociales como si fueran parte de una realidad y una cotidianeidad con la que han convivido desde niños y desde que tienen uso de razón más de 21.9 millones de mexicanos que tienen entre 15 y 24 años y que representan hasta 17% de la población nacional.

Y en medio del horror, la indignación y la conmoción que nos generan los videos y denuncias en las que los protagonistas son jóvenes que lo mismo pueden ser sicarios del narcotráfico que estudiantes universitarios y en la que son ellos mismos, a veces las víctimas y a veces los verdugos, surge el debate sobre si estamos ante una generación de jóvenes más violentos por el ambiente y el contexto del país en el que han crecido, o si simplemente la violencia juvenil es algo recurrente en cada época y cada generación que sólo se ha expuesto y potenciado de manera masiva por el impacto de las redes sociales y de los medios masivos que retoman los materiales gráficos y las tendencias que generan algunos de esos casos de violencia extrema y sicótica entre jóvenes de la actualidad.

Si a todo eso se añaden fenómenos como la proliferación y el consumo de drogas químicas cada vez más potentes y accesibles para esta generación, junto al consumo de música que lo mismo ensalza y apologiza a los capos del narcotráfico y sus violentos sicarios, que también hacen letras explícitas sobre la sexualidad en las que las mujeres son violentadas con frases y descripciones que las cosifican y las convierten en meros cuerpos dispuestos a ser abusados, penetrados y destrozados por las acciones sexuales de hombres supermachos que están listos para «romper una va…», «moretearte las te…» o «met… por el a…», entonces puede entenderse que la violencia en todas sus formas es algo que se está enraizando en el alma y el subconsciente de esta nueva generación de mexicanos.

Tristemente todos esos jóvenes, de los cuales 10 millones van a votar por primera vez en las elecciones de 2024 y otros 10 o 12 millones votarán por segunda ocasión en sus vidas en los próximos comicios presidenciales, no les importan a los políticos y gobernantes que ni los entienden ni pretenden hacerlo. Porque hay entre ellos y esos jóvenes un abismo cultural y generacional, de tal modo que ese sector de la población sólo aparecen ocasionalmente en los discursos para ser llamados «el futuro de México», «la fuerza del país» o «los futuros dirigentes», pero no hay para ellos ni programas –más allá de la demagogia de darles unos tres mil pesos mensuales– ni estímulos o presupuestos que se ocupen de sus demandas y necesidades.

Y entonces vemos cómo, dependiendo del rango social en el que nacieron y crecieron, una parte de la generación de entre los 15 y los 24 años se ve atrapada entre la violencia del narcotráfico, si se es un joven pobre, o la violencia psicópata para agredir a otros jóvenes o asesinar a una novia que los rechazó. Todo en un país en el que la impunidad es la constante y los hace pensar que sus actos y acciones no tendrán consecuencias a tal grado que después de asesinar a una joven de 18 años, su exnovio cree que podrá salir limpio del feminicidio, alterando la escena de su crimen y montando un escenario de un suicidio.

Lo más doloroso de todo es que, en medio de la confusión, la sobreinformación, el descuido, el abandono y la incomprensión de padres y autoridades, esa es la generación que en unos años más tomará las riendas del país en un contexto cada vez más violento y de descomposición del tejido social. La gran incógnita es si ellos, los jóvenes que nacieron, crecieron y convivieron con la violencia más cruel y descarnada, serán los que tengan la capacidad de enfrentar y terminar con esa violencia, para recuperar y rescatar la paz y la convivencia civilizada en este país, o si con ellos al frente el país terminará de hundirse y perderse en esa espiral violenta que va a cumplir 24 años sin poder detenerse y que lejos de extinguirse se exacerba y enraiza cada vez más entre los mexicanos.

Se descomponen los dados. Serpiente Doble.

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