domingo, noviembre 24, 2024

En México, Kafka ha resucitado

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Cáspita, Gulp, recórcholis, ufff, son algunas de las interjecciones que se ajustarían a quien pretenda describir una narrativa acerca de la devastación causada por el huracán Otis en Acapulco y municipios circunvecinos, y advertir la reacción de las autoridades de los tres órdenes de gobierno para enfrentar la emergencia; sin embargo, consideramos más a propósito el adjetivo “kafkiano” para expresar el asombro provocado por situaciones, “soluciones” y locuciones absurdas devenidas desde el sector gobierno justo cuando centenares de miles de mexicanos atraviesan por una situación de emergencia. Para empezar, abordemos el caso de la alcaldesa de Acapulco, quien ya antes había dado muestras de su precario conocimiento de la realidad cuando refirió que en el territorio a su encargo la causa de la violencia tiene origen en las elevadas temperaturas del lugar. Acaba de comprobar, una vez más,  su pobre conocimiento del mundo donde vive al intentar justificar las escenas del indiscriminado saqueo a tiendas de autoservicio calificando el hecho como de “cohesión social”: “Quizá de afuera nos vean feo cuando uno ve cosas de ciudadanos tomando cosas que no son de ellos. Pero no es lo mismo el que te ve de afuera al que vive este momento. Entonces, yo le llamaría una cohesión social, una salida”. La dramática situación del Acapulco actual impide desternillarse de risa.

En cuanto corresponde a la gobernadora de esa sufrida entidad, Guerrero, no va a la zaga por cuanto a adoptar una actitud de respuesta omisa y de absurda reacción al convocar y echarle porras al presidente de la república por sus apoyos a los damnificados. Nada para extrañarse porque la señora es un invento cuatroteista, pues llegó al cargo como emergente cuando el INE canceló a su padre Félix Salgado Macedonio la oportunidad de ser candidato al gobierno, y siguiendo la fórmula del 10 por ciento de capacidad y 90 por ciento de lealtad ella emergió de la nada aunque cumpliendo cabalmente con las premisas de aquella ecuación. ¿Y qué decir de lo hasta ahora dispuesto por el gobierno federal? Empezando por la lúdica imagen de un presidente observando a su staff haciendo esfuerzos para sacar del lodo el vehículo que lo conducía a Acapulco, adonde no llegó por esa clase de vicisitudes provocadas por la inexplicable improvisación. Cualquier mexicano podrá recordar cuando en los casos de emergencia el Plan DNIII se ponía inmediato en operación en perfecta concordancia con los recursos del desaparecido Fonden y en menos de 24 horas de transcurrido el fenómeno meteorológico o movimiento sísmico comenzaba la entrega de despensas, enseres para el aseo y prevención de enfermedades; pero ya fuera del escenario ese fideicomiso ahora la entrega de suministros se inició ocho días después por el tortuoso burocratismo de la Secretaría de Hacienda, cuando la Cruz Roja y la sociedad mexicana tenían días demostrando su desinteresada solidaridad. Por si no bastara, el gobierno federal ya expuso un Plan de Reconstrucción ¡pero sin recursos para llevarlo a cabo! porque en el presupuesto para 2024 aprobado en comisiones de la Cámara de Diputados, al menos mientras trazábamos estas líneas, no aparece ningún rubro destinado para ese efecto. Sin duda, un escenario muy propio para el Teatro del Absurdo.   

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