viernes, noviembre 22, 2024

El poder adictivo de la polarización

El intercambio de ideas y argumentos entre dos o más personas con el fin de llegar a un acuerdo o como vía de resolución de conflictos se conoce como discusión. El verbo “discutir” proviene del latín y etimológicamente significa resolver. Además, puede involucrar elementos tanto de la dialéctica como de la retórica, consideradas desde la Grecia clásica como el arte de persuadir a los contrarios.

Desde tiempos de Aristóteles, ​​​​la argumentación y las pasiones han ido de la mano. Aristóteles advertía del peligro de dejarse llevar por la ira en los debates. Sugiere en su obra «Retórica» ​​que la persona furiosa siempre debe enojarse por cosas relacionadas con un individuo en particular. Este consejo enfatiza la importancia de dirigir la ira de manera apropiada en lugar de permitir que se generalice o se desenfoque. En la actualidad, si trasladamos esa advertencia a la arrebatada y frenética polarización que se produce en espacios virtuales y físicos como las redes sociales y los escenarios políticos y sociales, resulta que no hay nada nuevo bajo el sol.

En nuestros días, es común observar que el debate reflexivo queda casi imposibilitado. Este ejercicio dialógico, en la mayoría de las veces, se caracteriza por la ausencia de argumentos, es básicamente un estímulo al insulto y la polarización. En estos escenarios de polarización se plantea una reducción simplista y maniquea donde los argumentos se reducen a la diatriba, la barbaridad y el insulto. No se busca discutir, persuadir, ni convencer a los antagonistas, sino que se persigue la descalificación.

En los últimos años, hemos sido testigos de cómo la política y la opinión pública han sido víctimas de la polarización en el mundo. Estamos ante un severo problema de convivencia y ante la pérdida sustancial de una parte relevante de nuestra calidad democrática.

En México, la polarización social y política se he hecho evidente en las últimas décadas.  A partir de las elecciones presidenciales de 1988, han emergido proyectos de nación y desarrollo con fuerzas sociopolíticas antagónicas, generando profundas divisiones en tres ejes: histórico, social y político.

Recientemente, con el ascenso al poder de figuras políticas que han establecido narrativas de “nosotros contra ellos” o “si no estás conmigo estás contra mí”, se ha ampliado la división social y política. Como consecuencia de ello, y abonando la polarización, se han deslegitimizado instituciones, se ha incrementado la ineficiencia gubernamental y la corrupción, las políticas gubernamentales han impulsado modelos económicos que alimentan las desigualdades económicas que favorecen a una minoría, mientras la mayoría (o el pueblo, si se quiere), enfrenta pobreza y exclusión.

Como puede dilucidarse, la polarización tiene un costo bastante alto; distintas publicaciones alertan de los efectos que tiene en las instituciones y la sociedad. Según Thomas Carothers, de la Fundación Carnegie, “la polarización crea una enfermedad de la gobernanza: menos cooperación en la elaboración de políticas, menos cumplimiento social en la aplicación y menos disposición a sacrificarse por el bien común”. Por ello, en nuestro contexto actual, es imposible que las cuentas salgan bien.

El Informe sobre polarización “The Hidden Drug” (La droga oculta), un estudio sobre el poder adictivo de la polarización realizado por la firma consultora LLYC, menciona que esta se ha convertido en una de las grandes amenazas del siglo XXI. Solo en los últimos 5 años este fenómeno que genera división, enfado y enfrentamiento en la sociedad ha crecido hasta un 40%. Además, genera en nuestro organismo – como algunas drogas – la activación de sustancias como dopamina o endorfinas, que activan los receptores opioides de nuestro cuerpo y nos hacen adictos a su consumo. La polarización, afirma este informe, genera efectos a corto y largo plazo a nivel físico e individual y también nos afecta como sociedad. Al igual que otras drogas existentes, la polarización tiene efectos en el individuo y en la sociedad. Se ha convertido en una droga que consumimos cada día sin saberlo y que nos puede provocar depresión, irritabilidad, dependencia, distanciamiento social, crispación generalizada y aumento de los discursos del odio. También menciona que hoy, 1 de cada 4 personas está expuesta a polarización extrema y que en 2040 ascenderá a 2 de cada 4.

Finalmente, es fundamental reflexionar sobre este fenómeno y tomar medidas para transformar y reconducir las reglas del debate político y social, reduciendo en lo posible la dialéctica de la ofensa y del “y tú más”, así como las posiciones enfrentadas, antagónicas y viscerales que convierten el entendimiento en una quimera. Tenemos la responsabilidad de crear esos espacios de conciliación, distensión y pausa para encontrar un camino de salida a esta situación.

Si no somos capaces de dialogar entre nosotros con buena voluntad, ¿qué nos queda? Porque, como concluye The Hidden Drug, pese a todo hay que seguir atreviéndose a pensar.

Ideario en Perspectiva

El programa de apoyo del gobierno mexicano a migrantes venezolanos equivale, en términos generales, a un mes de salario mínimo venezolano. Se cuestiona si este respaldo, traes seis meses, impactará significativamente su calidad de vida y evitará la reemigración. Es pertinente examinar las reglas de operación, la partida presupuestal, la efectividad, intención y contexto, ya que el pueblo mexicano esperaría que esos recursos se destinen a necesidades prioritarias como medicamentos, equipamiento escolar y hospitalario, mantenimiento de infraestructura vial e hidráulica y seguridad pública, entre otros aspectos.

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