En febrero pasado se integró la Comisión Independiente de Estudios sobre la respuesta al COVID-19 en México, su perfil es de un conjunto de personajes muy destacados en sus respectivas áreas de conocimiento, ciencia, tecnología, salud pública, etc. la presidió el prestigiado epidemiólogo Jaime Sepúlveda, actualmente director ejecutivo del Instituto de Ciencias de la Salud Global de la Universidad de California, también Julio Frenk, presidente de la Universidad de Miami, Antonio Lazcano un científico de alto registro, Claudia Agostoni, Sergio Aguayo, Mariana Campos, Julia Carabias, Enrique Cárdenas, José Ramón Cossío, Carlos del Río, Amanda Glassman, Eduardo González-Pier, Tonatiuh Guillén, Carlos Mancera, María Elena Medina-Mora Icaza, Carol Perelman y Sylvia Schmelkes. El propósito de esta Comisión fue el de conocer qué sucedió durante las arremetidas del COVID-19 y la respuesta gubernamental y aprender de esa experiencia “porque vendrán otras epidemias” y debemos estar preparados, dijo el doctor Julio Frenk. La Comisión llegó a las siguientes conclusiones: en México se registraron 808 mil 619 muertes en exceso. “es un número catastrófico”; “cuatro de cada diez decesos que ocurrieron en México durante la pandemia se relacionan con la mala gestión del Gobierno de la crisis sanitaria y pudieron haberse evitado… al menos 37 por ciento de las muertes en exceso, que aproximadamente es cerca de 300 mil muertes, no son atribuibles a las condiciones del país prepandemia”, todo pese a la estructura demográfica del país con población más joven que algunos países europeos, pues el COVID fue más letal entre la población de adultos mayores, en esos términos, dice la Comisión, “el desempeño promedio del país hubiera sido de unas 500 mil muertes en exceso, “la cifra de decesos por todas las causas están por encima de las esperadas en condiciones normales”. La conclusión es contundente: “Sin embargo, de acuerdo con datos oficiales, en toda la emergencia sanitaria hubo 808 mil 619 muertes en exceso, 511 mil 81 de ellas atribuibles a COVID-19, un daño devastador e inocultable”.
El colofón es dramático: En México quedaron huérfanos 215 mil niños, el mayor en toda América; también fuimos primer lugar en personal de salud que sucumbió ante los embates del Covid-19, 4 mil 572 fallecidos, muy superior en numero al de los Estados Unidos. La clase económicamente menos favorecida aportó el mayor número de decesos haciendo realidad lo de “primero los pobres”. Y sobre este “ejercicio de rendición de cuentas” como lo califica el doctor Frenk ¿cuál es la opinión del doctor Hugo López Gatell, el “Zar” del COVID en México? No se ha pronunciado, pero debiera hacerlo porque debe una explicación a la memoria de quienes fallecieron a causa de la pandemia porque no alcanzaron a llegar a los hospitales o porque no encontraron camas disponibles para ser atendidos. Obviamente, también a los familiares que en carrozas funerarias hacían interminables hacia el crematorio, o a quienes se formaron para comprar tanques de oxigeno porque sus enfermos no alcanzaban espacio en hospitales. Si, sin duda López Gatell debiera explicar su renuencia al uso del cubrebocas cuando era de uso común en todo el orbe, también explicar porqué desalentaba la realización de las pruebas, o su desinterés por la adquisición de vacunas. Ya de perdida que aclare porqué si el presidente “no es una fuerza de contagio, sino una fuerza moral”, sin embargo, ha sido objeto de contagio en tres ocasiones. A Hugo López Gatell la historia comienza a exigirle cuentas. Pero lo realmente importante de esta investigación consiste en tomar nota de lo sucedido en la pandemia del COVID-19 para estar alerta y defendernos de otro ataque pandémico de muy posible ocurrencia y sobre aviso no hay engaños.