sábado, noviembre 23, 2024

Captura y extracción

Estrictamente Personal

Raymundo Riva Palacio

El gobierno de México está atrapado entre la información que no le da Estados Unidos sobre la captura de Ismael el Mayo Zambada y Joaquín Guzmán López, y la que le ha ido permitiendo reconstruir el rompecabezas de la operación para capturar al líder del Cártel del Pacífico/Sinaloa, el más poderoso del mundo, y al hijo de Joaquín el Chapo Guzmán. En el primer caso le dan datos fragmentados y manejados cuidadosamente para tener salidas plausibles ante eventuales denuncias de violación a la soberanía nacional mexicana. En el segundo, porque no pueden revelar lo que saben, porque hacerlo los colocaría en una ruta de confrontación con la administración Biden.

Diversas fuentes mexicanas han concluido que el Mayo Zambada y Guzmán López fueron capturados en territorio mexicano y llevados a territorio estadounidense en contra de su voluntad. Están seguros de que Guzmán López no lo engañó, como filtraron funcionarios estadounidenses, sino que un prominente político sinaloense de Morena, muy cercano al presidente Andrés Manuel López Obrador, le tendió una trampa a espaldas de todos menos de los servicios policiales norteamericanos, a cambio de que él y su hijo, vinculados con el narcotráfico, no fueran detenidos ni procesados en aquel país.

El político tiene una vieja relación con Zambada, y fue quien negoció con él puestos de elección popular, principalmente en Sinaloa y Durango, así como apoyo del cártel a candidaturas de Morena. Hace no mucho tiempo, dijo una persona con conocimiento de esa relación, Zambada se molestó con él porque violó el acuerdo para un cargo de elección popular, al imponer a un amigo. Esos lazos no eran desconocidos por altas autoridades gubernamentales, pero se toleraron por los beneficios electorales que generaban.

La trampa se tendió en un rancho en La Higuerita, en la zona metropolitana de Culiacán, donde iban a estar el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Maya; su adversario político, Héctor Melesio Cuén, líder del Partido Sinaloense; Zambada y Guzmán López. De acuerdo con las piezas del rompecabezas que han trascendido, Cuén fue citado a una hora distinta a la de los demás, y nunca llegó al encuentro porque fue asesinado el mismo día de la captura, el 25 de julio, en La Presita, a 22 kilómetros de La Higuerita.

El encuentro fue dado a conocer originalmente por los periodistas Juan Alberto Cedillo y Ioan Grillo, que lo publicaron cuatro días después de la operación, donde señalaron que Guzmán López planeaba traicionar a Zambada y pactar con Estados Unidos. “Al entrar en la casa, en el fraccionamiento de Huertos del Pedregal (que se encuentra antes de La Higuerita), pistoleros de Guzmán López emboscaron al Mayo y redujeron a cuatro guardaespaldas”, indicaron. “Estos agentes siguen en paradero desconocido, posiblemente muertos”.

Alan Feuer, corresponsal para asuntos criminales del The New York Times, reportó el 7 de agosto que Zambada “aparentemente fue secuestrado” por Guzmán López y que había ido a un lugar que no especifica para ayudarlo a mediar en una disputa entre dos políticos locales. “En lugar de ello –agregó–, le tendieron una emboscada, le obligaron a subir a un avión y lo trasladaron al otro lado de la frontera, a un pequeño aeropuerto regional cerca de El Paso, donde lo esperaban agentes del FBI y de la Oficina de Investigaciones de Seguridad Nacional”.

La información que ha venido recopilando el gobierno mexicano establece que cuando llegó Zambada al rancho, lo llevaron a uno de los cuartos donde le dijeron que sería la reunión. En otra habitación se encontraba Guzmán López. El Mayo, que siempre se manejaba con un bajo perfil, llegó con cuatro escoltas que lo esperaban afuera del cuarto donde entró, y que fueron sorprendidos por un comando estadounidense de seis elementos que los eliminó.

Guzmán López, el que menos involucrado está en el narcotráfico, fue extraído como parte de una negociación que hizo su hermano Ovidio para recibir beneficios del sistema de justicia –la víspera, lo sacaron de la prisión y lo llevaron a una casa de seguridad– y no se tiene precisión si sabía que iba a ser capturado o si estaba enterado de lo que sucedería.

Tras capturar a Zambada y Guzmán López, de acuerdo con la reconstrucción de lo que entiende el gobierno que sucedió, los llevaron a una aeropista no lejana de La Higuerita, donde los subieron a un Beechcraft King Air, una muy eficiente aeronave de turbohélice, junto con los seis comandos y un solo piloto. El avión no voló directamente al aeropuerto Doña Ana, en Santa Teresa, Nuevo México, muy cerca de El Paso, Texas, donde oficialmente los tomaron en custodia, sino que hizo una fugaz escala en Hermosillo.

Según explicaron los funcionarios mexicanos, la razón de esa medida es que, por acuerdos internacionales, no puede viajar directamente ningún avión de hélice entre los dos países sin haber pasado migración. En caso de que lo hiciera, los sistemas de alerta de los dos países lo detectan. Para evitar contratiempos con la operación clandestina, el Beechcraft King Air aterrizó en Hermosillo, para que, sin detenerse, diera la vuelta en la pista y retomara el vuelo a Estados Unidos. Aparentemente, un agente de migración al servicio de los estadounidenses hizo el trámite falso de verificar a los pasajeros.

La versión que se tiene en el gobierno mexicano coincide en algunas partes con lo que han revelado funcionarios estadounidenses o las personas que hablaron con los periodistas Cedillo, Grillo y Feuer, pero discrepa completamente en el fondo de lo que sucedió: que fue una operación planeada y ejecutada por las agencias estadounidenses. Fue hecha a espaldas de las autoridades mexicanas porque no les tienen confianza, subrayando la fractura en la cooperación bilateral entre los dos países, provocada por López Obrador.

El gobierno de López Obrador ha ido recibiendo migajas de información de Estados Unidos. No se puede esperar más que verdades incompletas, mentiras y desinformación, porque ese país jamás reconocerá que realizó una operación clandestina en México. López Obrador tampoco puede hablar libremente de todo lo que ya sabe, porque denunciar una violación a territorio mexicano significaría enfrentarse a Biden.

otros columnistas

El sátrapa de Nayarit

La pareja de la ignominia

El embajador es lo de menos

Andrés 1, Claudia 0

Los morenos se partieron

Halcones con ‘H’ mayúscula

La apuesta por García Harfuch