domingo, diciembre 22, 2024

Mal empieza la política exterior de Sheinbaum

Serpientes y Escaleras


Si ya la muy escasa asistencia de jefes de Estado y presidentes de países importantes en el contexto mundial a su toma de posesión había sido un muy mal indicador para el manejo de la política exterior de ella y de López Obrador (228 jefes de Estado invitados y sólo 16 asistentes), ahora la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, parece haber comenzado a manejar sus relaciones internacionales, literalmente, con el pie izquierdo.

Porque la carta con la que ayer el Gobierno de España rechaza participar o asistir a la ceremonia del cambio de poderes en México, por considerar «inaceptable la exclusión de S.M. el Rey Felipe II» de la invitación oficial que recibió del equipo de la doctora, representa un primer tropiezo, intencional o no, en la que será la política exterior de la primera Presidenta de México.

Porque, más allá de sus posiciones ideológicas personales o sus visiones particulares de la historia, Claudia Sheinbaum y su equipo de Relaciones Exteriores no debieran olvidar que España es el segundo socio comercial de México y que, les guste o no la monarquía, es el Rey el que ostenta el carácter de Jefe de Estado del Gobierno español y su desaire al ignorar a Felipe II en su invitación, y solo girarle la cortesía al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, representa una afrenta para esa nación y para sus habitantes.

Es muy probable que, si hubieran tenido la atención de incluir al Rey en la invitación al Gobierno de España, el monarca no hubiera asistido, y quizás sí lo hubiera hecho el presidente Pedro Sánchez, pero ahora, con la posición oficial expresada en el comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores español, queda muy claro que ni siquiera el mandatario izquierdista del PSOE, que tiene clara afinidad política con Morena, vendrá a la toma de protesta de la mandataria mexicana.

«El Gobierno de España considera inaceptable la exclusión de S.M. el Rey de la invitación a la toma de posesión de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, el próximo 1 de octubre en la Ciudad de México. Por este motivo, el Gobierno de España ha decidido no participar en dicha toma de posesión a ningún nivel», dice el comunicado que ayer emitió el Ministerio de Exteriores español.

Y si la exclusión del Rey de España de la invitación fue intencional, como todo lo indica, se trata de una muy mala señal que manda la presidenta Sheinbaum de que no sólo piensa heredar las muy malas relaciones internacionales que le dejará el presidente López Obrador, empezando por sus diferencias, ataques y cuestionamientos a nuestro principal socio comercial y vecino, los Estados Unidos, siguiendo por sus pleitos absurdos con Perú, Panamá y otros países latinoamericanos y ahora también la relación tensa y de exabruptos que el Presidente saliente tuvo con España por sus posiciones ideológicas y personales sobre la conquista, por la que exigió disculpas a la monarquía española.

Porque aun cuando su mismo jefe político dijo en julio pasado, después de su victoria electoral, que la doctora tendría la posibilidad de «reactivar las relaciones con España», luego de sus exigencias de disculpas y su campaña en contra de empresas españolas en México como Iberdrola, la Presidenta electa parece empeñada en continuar esa línea de choque con el Estado español, pues por esas mismas fechas Sheinbaum insistió en que «debe haber un perdón por parte de España por la conquista española que dejó muchas masacres y violencia», aun cuando se dijo interesada en continuar las relaciones diplomáticas con el país ibérico.

Pero si lejos de diseñar y ejecutar una política de relaciones exteriores propia, la doctora está dispuesta a hacer suyos los agravios, pleitos y torpezas que tuvo López Obrador con varios países, las cosas no pintarán bien para su gobierno en materia internacional. Cualquier internacionalista con un mínimo de experiencia y conocimiento, y su futuro canciller Juan Ramón de la Fuente la tiene de sobra, recomendaría aplicar la máxima de “Gobierno nuevo, política exterior nueva», pero no parece ser eso lo que están haciendo, con este tipo de decisiones, la doctora y su equipo.

La lista de países y jefes de Estado que desairaron su invitación deberían decirle algo a la Presidenta y a sus asesores en política exterior: de los 228 invitados, sólo 16 aceptaron acompañarla, es decir  8% del total de convocados. Ningún jefe de Estado de Europa, de Asia ni de África u Oceanía. Ninguno de los Jefes de Estado que son nuestros socios en el TMEC (apenas si vendrá la esposa de Biden), ningún presidente o jefe de Estado de las principales potencias económicas, nadie tampoco, a nivel de jefes de Estado, del mundo árabe y menos de Israel.

De los 21 países de América Latina y el Caribe, sólo acudirán cuatro jefes de Estado. Y se negaron a invitar al Rey de España, pero sí invitaron al dictador invasor, Vladimir Putin, al dictador fraudulento, Nicolás Maduro y a los también dictadores de Cuba, Miguel Díaz Canel y Daniel Ortega, de Nicaragua.

Si eso no le dice nada a Sheinbaum y a su equipo, entonces empezarán mal en materia de política exterior. Alguna vez, recién llegado al Gobierno, López Obrador definió su concepto de las relaciones internacionales, hoy vitales en un mundo globalizado: «La mejor política exterior es la política interior». Si ese va a ser también el concepto con el que la Presidenta maneje las relaciones diplomáticas y comerciales de México con el mundo, nos vienen otros seis años de deterioro y retroceso de la imagen de México ante el mundo.

Se baten los dados. Capicúa y repetimos el tiro.

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