Serpientes y Escaleras
Dos temas de la mayor relevancia, que tendrán impacto directo en la estabilidad y el desarrollo del país, se resolverán esta semana y los dos mañana martes 5 de noviembre. El primero es externo y tiene que ver con la decisión que tomen la mayoría de los votantes estadounidenses que elegirán a un nuevo presidente o presidenta para gobernar su nación los próximos cuatro años; el segundo es doméstico y tiene que ver con el fallo que emitirá la Suprema Corte de Justicia mexicana sobre la constitucionalidad o no de la controvertida y cuestionada reforma al Poder Judicial.
Cada una de esas dos definiciones corren por vías distintas y en contextos muy diferentes, pero del desenlace que tengan ambas dependen la certidumbre legal y la vigencia constitucional en la República, donde se podría caer en una crisis entre los Poderes públicos, en el caso de lo que decida la mayoría de los ministros de la Corte; y el futuro y la estabilidad también de la economía mexicana y de la relación con los Estados Unidos porque cualquiera de los dos que gane la Casa Blanca, ya sea la demócrata Kamala Harris o el republicano Donald Trump, amenazan con tomar acciones drásticas en temas como la revisión y continuidad del TMEC, del que hoy depende en gran medida la producción y las exportaciones mexicanas.
En el caso de la elección estadounidense, para decirlo claro, no hay un ganador o ganadora que le convenga más a México. El dilema de si nos iría mejor con Trump o con Kamala es tan banal como inexistente. Gane quien gane, los temas de la complicada relación bilateral serán los mismos: migración ilegal, revisión y posible cancelación o modificación del TMEC; combate al fentanilo y a los cárteles mexicanos que lo producen y envían a los estadounidenses; y la cercanía y la invasión comercial de China a México.
Lo único que cambiaría si repite el vengativo Donald Trump o si se impone la nada blanda Kamala Harris podría ser la intensidad del discurso y los modos políticos, pero en esencia, tanto el republicano como la demócrata han prometido públicamente, en la cerrada disputa por los votos del llamado «cinturón del óxido» (Michigan, Wisconsin y Pensilvania), que revisarían el TMEC y hasta podrían pedir su cancelación, sobre todo en temas como la industria automotriz, en donde el poderoso sindicato de trabajadores de la industria automotriz estadounidense, el UAW y su líder Shawn Fein, presiona fuertemente por la eliminación del tratado en materia automotriz.
Pero más allá de la anunciada revisión del TMEC en 2026, el tema comercial seguirá siendo un tema de choque entre México y Estados Unidos, sin importar quién gobierne en la Casa Blanca. Porque dentro de los mecanismos de revisión de quejas del acuerdo comercial, siguen sobre la mesa tres quejas estadounidenses contra México y en las que Canadá hace equipo con los Estados Unidos: el tema del maíz transgénico y la negativa mexicana para seguirlo importando y consumiendo; el tema energético, con las nuevas leyes que favorecen a CFE y a Pemex y el impacto negativo que está teniendo en la confianza de los inversionistas y autoridades del vecino país la controvertida reforma judicial que impulsan obsesivamente la presidenta Sheinbaum y su partido.
En el tema de la migración, la presión, sea quien sea el presidente, se centra en la política que adoptará la presidenta Claudia Sheinbaum sobre el papel de país de contención que debe jugar México para frenar la migración ilegal y las solicitudes de asilo político a los Estados Unidos. Trump ya demostró que sabe doblar a los mandatarios mexicanos, como lo hizo con López Obrador en 2019 cuando amenazó con imponer aranceles a las exportaciones mexicanas y eso bastó para que el entonces presidente mandara 25 mil efectivos militares a sellar la frontera sur mexicana y a detener y deportar a los miles de indocumentados procedentes, de Centro, Sudamérica y el Caribe.
Hoy el polémico magnate republicano amenaza con realizar «la mayor deportación de indocumentados en la historia» y habla de sacar de golpe a 11 millones de mexicanos que radican en la Unión Americana, algo tan absurdo que no sólo sería muy complicado en términos logísticos, sino que además podría afectar al PIB estadounidense, según estiman analistas norteamericanos, con una caída de hasta 7.5% si se expulsa a toda la mano de obra mexicana que hoy es parte vital de varios sectores económicos en el vecino país. Kamala, por su parte, también habla de endurecer la política migratoria de su país y blindar con seguridad y sistemas de vigilancia la frontera con México, para lo cual ofrece revivir el presupuesto de 118 mil millones de dólares que se quedó varado en el Congreso estadounidense para invertir en seguridad en la franja fronteriza.
Y por si faltara algo en los complicados escenarios que nos podría traer la definición de la Presidencia de Estados Unidos, está el tema del fentanilo y el combate a los cárteles mexicanos, como otro de los asuntos que tensarán la relación bilateral. Sin importar si es Trump o Harris, la presión de los Estados Unidos crecerá sobre el Gobierno mexicano para que se confronte y desmantele a los cárteles que producen y exportan las pastillas de la droga que tan sólo en 2023 mataron a 75 mil estadounidenses. Ya sea por la vía de las amenazas de intervención militar con drones o misiles en contra de los laboratorios de fentanilo en territorio mexicanos, o ya sea con operativos subrepticios como el que utilizaron para llevarse a Ismael «Mayo» Zambada, los dos posibles presidentes tendrán un endurecimiento de la política contra las drogas en contra de México y su gobierno.
Para cerrar lo que se nos viene esta semana de definiciones, la votación en la Corte, que bien podría ser el martes o a lo largo de esta semana sobre la constitucionalidad de la reforma judicial, plantea dos escenarios para resolverse: el primero, que los ocho ministros que se han opuesto o cuestionado a la reforma declaren la inconstitucionalidad de buena parte de ésta, invalidando la elección de jueces y magistrados por voto popular; y el segundo escenario, que uno o dos ministros o más cambien su posición y voten en contra del proyecto del ministro Juan Luis González Alcantara, con lo cual quedaría firme la reforma al Poder Judicial con todas sus elecciones.
En el primer caso, de un fallo adverso de la Corte a la reforma judicial, lo que faltaría es saber cómo responderían el gobierno de Claudia Sheinbaum y la mayoría de Morena en el Congreso, si aceptan como válida la decisión mayoritaria de los ministros y aplican sólo parcialmente su reforma con la elección de ministros, magistrados e integrantes del nuevo Tribunal de Disciplina Judicial; o si de plano desconocen a la Suprema Corte, su autoridad y su fallo y deciden ignorarlo y continuar adelante con la ruta crítica de dicha reforma. Y en ese último caso, la crisis constitucional que ya tenemos se ahondaría y el mensaje más grave a la población, pero sobre todo a los mercados financieros, es que los fallos judiciales en México no se acatan y se ignoran, lo que terminaría por acrecentar la incertidumbre y el miedo de los inversionistas nacionales y extranjeros, afectando fuertemente a la economía y su crecimiento en 2025.
Así que, como dicen, en esta semana que comienza, a abrocharse los cinturones y a esperar que las dos tormentas que nos amenazan: la política y económica desde los Estados Unidos y la constitucional y de vigencia del Estado de derecho desde adentro no nos peguen tan fuerte y, si nos van a golpear, al menos tengamos los mexicanos y nuestras autoridades y Poderes la capacidad, la prudencia y la mesura para reaccionar y enfrentarlas… Los dados mandan Escalera Doble. Apostamos por subidas.