miércoles, noviembre 27, 2024

La hora de Veracruz, entre la expectativa y la realidad

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La presencia de la presidenta Sheinbaum el próximo 1 de diciembre en el Congreso local veracruzano para atestiguar el relevo gubernamental Cuitláhuac-Nahle conlleva inherente un significado político de no menor importancia para la entidad, para la presidenta Claudia Sheinbaum, y obviamente para la ungida Rocío Nahle. Esa ceremonia de transmisión de poderes podría entenderse con un enfoque de género porque la primera presidenta del país y la primera gobernadora de Veracruz reflejan los síntomas de la evolución política en México; también, porque con la asistencia de 14 gobernadores el evento se reviste de una carga política bastante significativa, porque la presidenta porque manda un mensaje de unidad política, y para la gobernadora entrante por las expectativas que genera el entorno de su nueva condición políticsa. Sino inédito, es un acontecimiento destacable porque las circunstancias políticas del país atraviesan por un interregno en el cual quién gobernó de 2018 a 2024 no acaba de irse y quien asumió el poder en octubre pasado pugna por diluir la percepción pública acerca de un mando aparentemente bicéfalo. De allí el significado político del evento en cuestión el domingo próximo, en una entidad cuyo nuevo gobierno debe pugnar por la recuperación de la estatura política que la historia certifica para Veracruz y demostrar a la vez que no todo en MORENA es Cuitláhuac. Por supuesto, no es descartable el riesgo de un parto de los montes, pero la oportunidad se pinta idónea para que la presidenta Sheinbaum aproveche la ocasión y mande un mensaje de trascendente significado, el feminismo en pleno, el parteaguas en un país donde la mujer comienza a dejar huella de su tránsito por los pasillos del poder político.

Preocupa sin embargo que se echen las campanas al vuelo creando expectativas de un apoyo del gobierno federal a favor del gobierno veracruzano que iniciará su ejercicio el próximo uno de diciembre, no porque haya ausencia de voluntad presidencial, sino porque el propio gobierno federal enfrenta circunstancias verdaderamente difíciles y no contará con recursos financieros suficientes para su generosa distribución hacia las entidades federativas. Vale recordar que ya pasamos por similar experiencia cuando el presidente Salinas de Gortari asistió a la toma de posesión de Patricio Chirinos el 30 de noviembre de 1992 (el Congreso local sesionó en esa fecha, último día del gobierno de Dante Delgado, adelantando la fecha de la sesión solemne porque el presidente tenía que viajar al extranjero, pero quiso testimoniar su apoyo al gobernador entrante, Patricio Chirinos). Después del acto protocolario, frente a una multitud congregada en la Plaza Lerdo para rendir homenaje al nuevo gobernador, desde el balcón central del palacio de gobierno el presidente Salinas expresó que “nunca como ahora Veracruz recibirá todo el apoyo del gobierno federal”, el norte veracruzano festejó también como nunca porque abrigaba la esperanza de que “ahora sí” contarían con carreteras de primera línea. De ese dicho a los hechos hubo mucho trecho porque los apoyos no llegaron. Otras circunstancias son las de ahora, porque en aquel entonces el gobierno de Salinas cursaba ya su cuarto año de gobierno, y en esta ocasión habrá plena concordancia de tiempos y circunstancias entre el gobierno federal y el estatal, si en eso radica la diferencia ojalá ahora sí Veracruz reciba lo que se le ofrece. Porque hará justo seis años, cuando el 2 de diciembre de 2018, en su primera gira por la provincia veracruzana como presidente de la república, López Obrador ofreció mucho de bueno para la entidad, y nos dejó a Cuitláhuac, pero de bueno nada.

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