Ha caído muy bien a la ciudadanía veracruzana la decisión gubernamental de poner orden a la desaforada voracidad con la que han venido operando el sistema de grúas durante el periodo de Cuitláhuac García en la entidad veracruzana. Justo un día previo a la celebración del día internacional contra la corrupción el gobierno estatal ha puesto un hasta aquí al robo en despoblado representado por la forma en cómo los mal afamados “gruyeros” hacían de las suyas imponiendo tarifas exorbitantes por el traslado de unidades automotoras a sus corralones, todo con la presencia de un agente de tránsito expresamente comisionado para “legalizar” la sanción; no había forma de defenderse ante semejante extorsión, ahora eliminada por mandato del nuevo gobierno estatal. Cuitláhuac García no pudo o no quiso dar fin a esa depredadora conducta, e incluso para justificarse atribuyó culpas al Congreso local por no haber aprobado su iniciativa para reglamentar el goloso trasiego de las grúas, como si la mayoría de los diputados a su servicio realmente se hubiera manejado con criterio propio y no bajo el mando de sus consignas. ¿Porqué el gobierno anterior nunca atendió el reclamo ciudadano relativo a esos abusos? La respuesta ya la deben conocer las actuales autoridades.
En el arranque del nuevo gobierno debe reconocerse conocimiento y buena intención en la gobernanza, lo cual hace sensible diferencia con el gobierno antecesor, que al parecer nunca cobró conciencia de la gran responsabilidad adquirida por el mandato de las urnas en 2018. Aunque tampoco es posible desconocer que Cuitláhuac García dejó la vara de la responsabilidad pública a ras de piso, por lo cual no se requiere de mucho esfuerzo para mostrar la diferencia. Pero la disposición respecto a las grúas en comento, al igual que la suspensión de la cuota de pago en el puente Coatzacoalcos II son señales positivas de un buen gobierno. Porque Veracruz requiere de una administración pública eficiente, de un gobierno con capacidad de gestión para enfrentar el reto de salir adelante, porque las circunstancias no son nada halagüeñas, ya por el gran atraso heredado, ya porque se aúnan sus circunstancias con las del gobierno federal cuyo entorno financiero luce bastante complicado, empeorado además por razones geopolíticas de proporciones gigantescas. No hay mucho para el optimismo, pero alivia el hecho de contar sinergias de gobierno asentadas en planes y programas previamente diseñados, nada al “ai se va” o por ocurrencias, ojalá así continue porque los problemas a por resolver son de gran calado.