martes, diciembre 24, 2024

Una dictadura menos en el incierto camino de la Siria de hoy

Ángel Rafael Martínez Alarcón

En las primeras horas del domingo 8 de diciembre de 2024, la historia de la humanidad fue testigo de un acontecimiento trascendental: los rebeldes sirios entraron en la capital de la República Árabe de Siria, poniendo fin a una dictadura que había perdurado por más de 50 años. Era increíble la rapidez con la que se dio el desenlace de una lucha que había durado más de una década. En la tarde-noche del sábado, las redes sociales informaban sobre la caída de Damasco. Hoy, la información se tiene al alcance de la mano, gracias a los teléfonos celulares conectados que permiten recibir noticias en tiempo real. Era un sueño hecho realidad ver caer a una de las dictaduras más crueles de la historia, con un dictador que no opuso mucha resistencia. En las primeras horas, circularon rumores en las redes sociales de que Bashar al-Assad había renunciado al cargo de presidente, y más tarde se informó que había buscado refugio en suelo ruso, donde la Federación Rusa le abrió las puertas.

Siria cuenta con una historia milenaria. Fue conquistada en la antigüedad por Alejandro Magno y, a lo largo de los siglos, fue parte del Imperio Otomano, que desapareció después de la Primera Guerra Mundial en la segunda década del siglo XX. Francia e Inglaterra también jugaron roles significativos en la historia de esta nación. Bajo mandato de las Naciones Unidas en 1946, los franceses se retiraron y Siria logró su independencia. Tanto la Primera Guerra Mundial (1914-1919) como la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) han dejado una huella profunda en la historia de los pueblos del Medio Oriente. Durante la Guerra Fría, muchas de las nuevas naciones tuvieron una filiación natural y geográfica con la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

En 1948, la ONU estableció la creación del Estado de Israel, lo que unificó a los pueblos árabes en apoyar a la lucha del pueblo palestino, un conflicto que persiste hasta hoy. Siria también se destacó en esta lucha contra el pueblo israelí.

En los últimos 50 años, el pueblo sirio fue gobernado por una dictadura familiar. Hafez al-Assad (1970-2000) llegó al poder mediante un golpe de Estado en 1970, liderando el Partido Baaz Árabe Socialista. Su régimen se caracterizó por un fuerte control estatal, la represión de la oposición y la implementación de políticas de desarrollo económico, siendo un aliado natural de la URSS y estableciendo lazos con el gobierno de la República Francesa.

El gobierno fue heredado por su hijo, Bashar al-Assad (2000-2024). Tras la muerte de su padre, Bashar asumió la presidencia. Un médico formado en Gran Bretaña, sin aspiraciones políticas al principio, se convirtió en presidente tras la muerte de su hermano mayor, Basil al-Assad, en un accidente automovilístico en 1994.

Al inicio, su gobierno fue recibido con cierto optimismo, ya que se esperaban reformas políticas y económicas. Sin embargo, su mandato se vio marcado por la brutal represión de la oposición durante la guerra civil siria que estalló en 2011, un conflicto que ha provocado una devastación significativa en el país y ha llevado a una crisis humanitaria masiva.

La Primavera Árabe de 2011 logró derrocar a los gobiernos tiránicos de Libia y Egipto, así como de otros estados de régimen pro-soviético, comenzando en las calles de Túnez. La autoinmolación de Mohamed Bouazizi, un joven vendedor ambulante en Túnez, en diciembre de 2010, desató una ola de manifestaciones que culminó con la caída del régimen del presidente tunecino Zine El Abidine Ben Ali en enero de 2011.

Siria, como muchas naciones de la región, está dominada por el Islam y sus diversas vertientes, así como por distintos grupos étnicos. Desde 2011, los sirios se organizaron para derrotar la dictadura, que contó con aliados fundamentales como el gobierno de la Federación Rusa bajo el liderazgo de Vladimir Putin y la República Islámica de Irán.

Más de una década de lucha ha endurecido aún más el régimen contra los opositores. Cerca de 7 millones de sirios han abandonado su país, mientras que la comunidad internacional ha mostrado poco interés en el conflicto.

Con la caída de Bashar al-Assad, quienes parecen salir beneficiados son Israel y Turquía. Rusia, ocupada con el conflicto en Ucrania, e Irán, lidiando con sus propios problemas internos, ya no pudieron intervenir en las primeras semanas de diciembre del presente año.

El gran desafío que enfrentan los sirios es organizarse en medio de la lucha entre los diversos grupos radicales del Islam. El Estado Islámico se posiciona rápidamente para asumir el poder, lo que plantea la posibilidad de un regreso a la teocracia musulmana. Quedan muchas interrogantes sobre los próximos meses en la geopolítica de la región.

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