Expresión Ciudadana
Carlos A. Luna Escudero
El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca no es solo un acontecimiento político que afecta a Estados Unidos. Para México, es una tormenta perfecta que desafía nuestra estabilidad económica, social y diplomática. La relación bilateral, que siempre ha sido compleja, entra en un terreno inexplorado donde las amenazas de aranceles, deportaciones masivas e intervenciones militares no son meros discursos, sino posibles realidades.
Esta coyuntura pone a prueba a la administración de Claudia Sheinbaum y al país entero. Los retos son inmensos: una economía profundamente vinculada a Estados Unidos, un problema migratorio crónico y una crisis de seguridad interna que continúa debilitando nuestras instituciones. Pero también abre una oportunidad única para que México reevalúe sus prioridades, fortalezca su soberanía y se transforme en un actor más resiliente en el escenario global.
La dependencia económica de México con Estados Unidos es un arma de doble filo. Mientras el T-MEC representa una base sólida para la relación comercial, también nos expone a las decisiones unilaterales de una administración republicana más agresiva que nunca. Trump ha amenazado con imponer aranceles de hasta un 25 % a las exportaciones mexicanas, medidas que podrían golpear sectores clave como el automotriz, agrícola y manufacturero.
El impacto sería devastador: más de 30 % del PIB mexicano depende del comercio con Estados Unidos. Las pequeñas y medianas empresas, los trabajadores agrícolas y las comunidades rurales que dependen de estas exportaciones serían los primeros afectados. La amenaza de una guerra comercial no solo podría hundir industrias estratégicas, sino también aumentar la inflación y la desigualdad.
En el frente migratorio, Trump ha prometido deportaciones masivas y el endurecimiento de las políticas en la frontera. México, hogar de la mitad de los 11 millones de indocumentados en Estados Unidos, enfrenta una crisis humanitaria inminente. Las remesas, que representan más de 60 mil millones de dólares anuales, casi el 4 % del PIB, podrían disminuir drásticamente, afectando a millones de familias mexicanas.
A esto se suma la inseguridad nacional, exacerbada por el narcotráfico. La posibilidad de que Estados Unidos clasifique a los cárteles como organizaciones terroristas y emprenda acciones militares directas en territorio mexicano representa una amenaza inédita. La soberanía de México está en juego, y las tensiones entre ambos países podrían escalar a niveles sin precedentes.
Ante este panorama desalentador, México debe responder con una estrategia clara y coordinada. La administración de Claudia Sheinbaum enfrenta su mayor desafío, pero también tiene la oportunidad de liderar un cambio transformador que contemple políticas públicas como:
-La diversificación económica: México debe reducir su dependencia de Estados Unidos y fortalecer relaciones comerciales con Asia, Europa y América Latina. Sectores como la tecnología, la agricultura sostenible y el turismo pueden convertirse en pilares de una economía más resiliente.
-Fortalecimiento institucional: La lucha contra el narcotráfico requiere un enfoque integral que vaya más allá de la violencia. Es necesario reconstruir las instituciones de seguridad, invertir en educación y empleo en las regiones más afectadas, y promover la participación ciudadana como un contrapeso efectivo al crimen organizado.
-Una política migratoria innovadora: México debe prepararse para integrar a los deportados y migrantes de manera digna y productiva. Esto incluye la creación de programas de empleo, acceso a la educación y un sistema de refugio que respete los derechos humanos.
La llegada de Trump al poder no solo pone en jaque a México, sino que también lo obliga a mirarse al espejo. Somos un país con enormes fortalezas, pero también con profundas debilidades. Si bien las amenazas externas son reales, las verdaderas soluciones deben venir de adentro.
México tiene una rica historia de resistencia y superación. En momentos críticos, hemos demostrado que podemos adaptarnos y salir adelante. Este es uno de esos momentos. No podemos permitir que las decisiones de un líder extranjero definan nuestro destino.
La pregunta no es si podemos superar esta tormenta, sino si tendremos el coraje y la voluntad de usarla como un catalizador para el cambio. La clave está en cómo enfrentemos los retos: con unidad, visión estratégica y determinación.
En esta encrucijada histórica, México tiene la oportunidad de reinventarse. Este desafío, aunque monumental, también es una invitación a construir un país más fuerte, justo y equitativo. Pero el tiempo apremia.
La historia no espera. Las decisiones que se tomen hoy determinarán el rumbo de generaciones futuras. La tormenta de Trump es una amenaza, sí, pero también puede ser el impulso que necesitamos para convertirnos en una nación más soberana y preparada para enfrentar el futuro.
El destino de México no está escrito. Está en nuestras manos moldearlo. Pero para lograrlo, debemos actuar con la urgencia que exige el momento. Porque en esta lucha, la inacción no es una opción.