Es comprensible que si lo anterior no funcionó, se diseñen nuevas estrategias. Es aceptable que se cambien los enfoques y se apliquen nuevas políticas públicas.
Pero en el tema de la seguridad pública y la protección a los ciudadanos, ni se puede improvisar, ni caben las ocurrencias, ni se puede atribuir a todo una carga de culpa por las «agresiones» de los adversarios, ni a meras calumnias de mala fe. Ahora sí que los hechos hablan.
Por encima de esos recursos retóricos de justificación, no se pueden resolver estos problemas graves, tan terribles, con acciones meramente decorativas y prácticamente inútiles como el retiro de cámaras de video vigilancia (muchas de ellas legales, propiedad de ciudadanos honorables, prepotente e ilegalmente sustraídas por las autoridades), ni con meros llamados a que los candidatos a puestos de elección popular que expresan miedo a ser asesinados, se «serenen»; el peligro es real, enorme.
Hoy, sólo hoy, cinco policías estatales baleados están graves; como suelen hacerlo, la información es difusa, confusa e incompleta: ¿muertos, bajas civiles, otros heridos, cómo, dónde y por qué?, ¿y cómo le fue a lo presuntos malandros?

Pero hoy, sólo hoy, en el primer día de campaña, ya les mataron a uno de los suyos, en Coyutla, y para hacerlo, no les importó herir de muerte a una bebita, a un adolescente y a otras personas que estaban dentro de la casa de campaña. Esta vez, ya no podrán decir que es una exageración o un montaje opositor.
Con todo el respeto del mundo, es tiempo de que YA se pongan a gobernar, en serio, que hagan la chamba para la que se contrataron con los ciudadanos a los que les juraron que resolverían rápido y bien estos problemas.
Veracruz se asfixia en la violencia y corre más sangre que nunca. El Estado debe cumplir ya su función primaria que es la de garantizar y proteger la vida, la integridad, el patrimonio y los derechos humanos de la gente. Sin eso, todo lo demás es rollo, es fracaso, son daños irreversibles, es la destrucción del tejido social. Y ya no se puede, ni se debe, culpar a Calderón, no cabe.
Dios permita que esto no sea deliberado.