Hay un segmento importante de la población mexicana que espera que la fundación de la dictadura y el secuestro del poder público asociados al proyecto mesiánico llamado «Cuarta Transformación» sean revertidos desde el exterior, específicamente por Gobierno de los Estados Unidos.
Ante el desinterés, desconocimiento e incluso conformidad de la mayoría de la gente, frente al eficaz desmantelamiento del sistema republicano y la cooptación de quienes hubiesen enfrentado los abusos y las acciones retrógradas (milicia, élite económica, consorcios de comunicación), dado el descrédito, la pudrición y sumisión de las supuestas oposiciones políticas, algunos piensan que los vecinos nos devolverán al estado de gracia.
Pero se le atribuye a Henry Kissinger: «Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses»; mientras ellos obtengan lo que necesitan de México, lo que por cierto es dinámico y cambia conforme a sus propias circunstancias, les vale un cacahuate nuestra libertad, nuestra democracia, nuestra paz interior. Hasta es posible que los conflictos internos de México les convengan, en tanto se ajusten a las necesidades de su propia circunstancia política.
El autor y ejecutor de esta desgracia, el jefe político de esta sinrazón, ha sido muy cuidadoso -de hecho lo sigue siendo– de cumplir escrupulosamente lo que quieren los de junto. Los hechos hablan.
Dicen que los milagros existen. Si fuera el caso, no vendrá de Washington. Y no porque Taibo, la expresión perfecta de la peste en todos sentidos, pida fusilar a los mexicanos que no se sometan, sino por el hecho elemental de que a los gringos no les importa, no les da ni frío ni calor. Pensarlo así, es una ingenuidad…