El presidente López Obrador gusta en catalogarse como el presidente más atacado de cuantos hemos tenido en México, incluso en mayor medida a la sufrida por Francisco Madero, él sí, uno de entre quienes encabezando el Ejecutivo Federal recibió acerbas críticas y corrosivas alusiones familiares. En ese sentido no lo iguala el actual presidente, quien, a cambio y según se ve, pudiera ser encasillado como quien acompaña su discurso mañanero con aseveraciones inciertas y no comprobables. Así lo ejemplifica hoy Mauricio Merino en su colaboración para El Universal con el título “Puras Mentiras” enfatizando la ausencia de transparencia en el gobierno federal: “Lo que está diciendo el presidente para hacerse del control total del manejo de la información pública son puras mentiras… no hay ninguna forma de sostener, con un mínimo de veracidad, que este gobierno esté cumpliendo el principio constitucional de máxima publicidad…Como el presidente gobierna con palabras que niegan los hechos evidentes, odia a quien se atreve a desmentirlo”. No es Merino el primero en señalar con sólidos fundamentos ese diagnóstico o patología, tampoco el único.