HOY:

Transfuguismo político, pero no somos iguales

En la década finisecular (última del siglo XX) en nuestro país surgió un fenómeno político conocido entonces como “transfuguismo”, que consistía en el traslado de un militante priista hacia otras siglas partidistas, particularmente con dirección al PRD y en menor numero al PAN; se trataba de actores políticos priistas, insatisfechos porque su partido no les concedía la postulación a un  cargo de elección popular, y sintiéndose con convocatoria ciudadana emigraron otras siglas donde encontraron...
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El ansiado milagro…

Hay un segmento importante de la población mexicana que espera que la fundación de la dictadura y el secuestro del poder público asociados al proyecto mesiánico llamado "Cuarta Transformación" sean revertidos desde el exterior, específicamente por Gobierno de los Estados Unidos. Ante el desinterés, desconocimiento e incluso conformidad de la mayoría de la gente, frente al eficaz desmantelamiento del sistema republicano y la cooptación de quienes hubiesen enfrentado los abusos y las acciones retrógradas (milicia, élite económica, consorcios de comunicación), dado el descrédito, la pudrición y sumisión de las supuestas...

La compra de la Latino /1

Sin tacto

Por Sergio González Levet

Iban en un avión tres hombres, un chino, un japonés y un mexicano, y de pronto empezaron a fallar los motores. La caída era inminente, y encima se dieron cuenta de que solamente había un paracaídas.

     El chino se aprestó a hablar y dijo:

     —Propongo que al que tenga el nombre más pequeño le toque el paracaídas.

     Los otros estuvieron de acuerdo, y el oriental gritó:

     —¡Yo me llamo O!

     Ya se aprestaba aponerse el adminículo el chinito, cuando el japonés se lo arrebató:

     —¡Momento! Yo me llamo Casio (casi-o).

     Y empezó a meter un brazo por la mochila salvadora, cuando el mexicano dijo triunfante, mientras se lanzaba desde el avión con el paracaídas ya puesto:

     —Pues yo gané, porque me llamo ¡Nicasio! (ni-casi-o).

     Este Nicasio llegó a tierra sano y salvo y siguió su vida de ganadero próspero, como había sido siempre desde que su padre le heredó unas tierras y unas vacas. Le había ido bien en el negocio porque estaba dedicado de lleno a él. Casi nunca salía de su rancho, no tenía vicios y sostenía a una sola familia.

     Cierto día, Nicasio llamó a su hijo mayor y le dijo:

     —Oye, Nicasito, vamos a hace un viaje a la Ciudad de México, que dicen que es muy grande y muy hermosa, y quiero conocerla. En tantos años de trabajo he reunido alguna fortuna y podemos darnos el lujo de hacer ese viaje.

     Mandó el señor al vástago a comprar los boletos del autobús, y un día después salieron los dos con rumbo a la capital.

     Llegaron con bien después de varias horas de viaje, bajaron en la estación de Buenavista, donde estaba el antiguo paradero, tomaron sus maletas y se dirigieron caminando hacia el centro de la ciudad.

     Varias maravillas vieron en el camino, como el Monumento a la Revolución, la Alameda y el Palacio de Bellas Artes, pero les impresionó sobre todo la Torre Latinoamericana, con sus alturas que desafían al cielo.

     Se quedaron un buen rato admirando el rascacielos, y en eso estaban cuando se les acercó una persona.

     —Amigos, los he estado observando —les dijo como saludo y presentación— y veo que están interesados en el edificio. Es la Torre Latinoamericana, y en este momento es la más alta de la ciudad y del país.

     —Sí, amigo —dijo don Nicasio—. Estoy viendo lo alta que está y ya me imagino la de bajadas y subidas que tuvieron que dar los albañiles para construirla.

     —Pues hoy están de suerte, porque yo soy el dueño de este portento —comentó el desconocido— y estoy buscando quién me la quiera comprar. Tengo por ahí una urgencia y la estoy rematando prácticamente…

     Ah, el espacio, que nunca alcanza en los medios. Por hoy hemos llegado al límite, pero mañana continuaremos con esta historia, si me permiten las consabidas lectoras y los amables lectores.

sglevet@gmail.com

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