Por Edgar Hernández*
¡Cuitláhuac, Ramos Alor y Manuel Huerta, los responsables!
Al cumplirse un año de la pandemia por Covid-19, Veracruz sigue enterrando a sus muertos y la ciudadanía mentando madres contra el gobierno de Cuitláhuac García por el pésimo manejo sanitario.
Lo de las vacunas no ha sido más que un cuento largo para engañar a la gente que sigue muriendo en espera de un preventivo anticovid que no llega.
Y las cifras que no paran.
Más de 56 mil veracruzanos, hasta ayer 9 de marzo, están en la antesala de la muerte por contagio y sin atención médica y solo se han aplicado a la población 8 mil dosis de vacunas para una población de 8 millones 300 mil habitantes.
Es decir, que a este paso en el 2050 se habrá terminado la cruzada de vacunación en donde la tercera edad ya no existirá y los jóvenes de hoy serán los viejos del mañana.
Cuitláhuac, su secretario de Salud, Roberto Ramos Alor y el superdelegado de Bienestar, Manuel Huerta Ladrón de Guevara son, a la vista de la opinión pública, los directamente culpables de que Veracruz esté en tercer lugar de infección y muertes por coronavirius.
Son a los que las historia juzgará por sus acciones francamente criminales, de lesa humanidad.
Irán a juicio por sus ocurrencias que dieron lugar a tantas defunciones. Serán condenados por sus acciones genocidas al declarar “Semáforo Verde” durante las fiestas del pasado fin de año para obligar a la gente a salir a gastar su dinero y por ordenar reaperturas comerciales y de restaurantes a destiempo provocando un rebote de contagios.
En los hechos, la Pandemia nos ha dejado muchas lecciones.
Acaso la más importante es que nunca más deberemos dejar en manos de pendejos el manejo de crisis sanitarias como las que hoy padecemos que han llenado de luto a centenares de familias.
Todos los días a todas horas nos enteramos de la escalada de muertes.
Ahí está el registro de las defunciones, digamos de carácter oficial, sin embargo, no hay recuento de los no contabilizados; de los que nunca acudieron a un hospital de gobierno o acudieron y fueron rechazados regresando a su casa a morir.
Con ellos familias completas por la falta de medidas sanitarias preventivas.
Ahí están los que creyeron en remedios caseros que los llevaron a la fatalidad y los incrédulos que jamás pensaron en el contagio como signo de muerte o aquellos que, siguiendo las recomendaciones del Peje, jamás usaron cubrebocas, ni guardaron la distancia –“Hay que abrazarse y besarse”, recomendablemente irresponsable López Obrador-.
Y qué decir de los mercachifes del oxígeno o los “respiradores” para el intubamiento que nunca llegaron o que solo sirvieron para enriquecer desmesuradamente al hijo de Manuel Bartlet del mismo nombre.
Y el colmo, la ocurrencia de Cuitláhuac al ordenar la habilitación de centros deportivos como el Velódromo de Xalapa o el Centro de Raqueta de la Unidad Deportiva Leyes de Reforma, de Boca del Río, que sirvieron para maldita la cosa.
Toda una suma de desaciertos, mientras la cifra de muertes crecía… sigue creciendo. Bien se dice que hoy el Facebook es el obituario de la muerte.
Por ello en Veracruz la ciudadanía ya no cree ni en el bendito.
Al arranque de la semana se dio el banderazo de vacunación a los de la tercera edad que en Veracruz hicieron fila hasta de 10 horas y nunca llegó la vacuna, mientras en la capital del Estado se dio la voz de alerta del “ya merito” los vacunamos, pero Pfizer nunca se hizo presente.
Ya mismo entre los veracruzanos hay desencanto.
Hay coraje. Hay molestia y para decirlo con lenguaje jarocho: ¡estamos muy encabronados! por ese abuso de poder, por esas mentiras que parten del propio jefe del ejecutivo federal que en sus “Mañaneras” llena de enredijos a la ciudadanía.
Y todo esto no es para decir: “¡Pero hay un Dios que habrá de juzgarlos!”. No. Aquí el tema es que la irritación ciudadana habrá de traducirse en 87 días más, el día de las elecciones en un “Voto de Castigo” contra los Morenos y sus cacalovers.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo