Las antagónicas declaraciones del presidente López Obrador referidas a la clase media no le auguran designios optimistas si prosigue por ese camino. Es de sabios errar y pudiera atenuar su enojo contra sector social tan importante si escucha la voz de sus asesores y no de las vísceras o de pensamientos atávicos. No hay democracia que no se sustente en la savia emanada de la clase media, así está explicado históricamente. Escribe Raúl Roa en su libro “Retorno a la Alborada” en torno al amanecer democrático de Grecia: “el régimen democrático, fruto del desarrollo crematístico (comercial, financiero) y del impulso adquisitivo, determina un intenso despertar de la conciencia social y la preocupación multitudinaria por los intereses de la ciudad y por el rumbo de su política…”. Es decir, el ánimo innato de superación de todo individuo lo impulsa a la búsqueda de mejores condiciones de vida, y eso se consigue en los actuales tiempos con la educación, la ciencia y la tecnología. Una tesis contrastante con la del presidente, que invita a la conformidad y la inmovilidad social, nada recomendables en una sociedad abierta y una economía globalizada.