Salvador García Soto
A la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, la han matado políticamente en infinidad de ocasiones. Lo mismo en columnas políticas que en las versiones y rumores que sueltan intencionadamente sus malquerientes dentro del mismo gabinete presidencial sobre su “inminente renuncia”. Llevan dos años asegurando que la exministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación “ya cayó de la gracia del presidente”, que “su sucesor ya tiene nombre” y que su salida del gabinete se producirá “en los próximos días, semanas o meses”, sin que hasta ahora se hayan cumplido los nefastos anuncios que se ciernen sobre la inquilina del antiguo Palacio de Covián.
Ayer, la primera mujer que ocupa el mítico despacho de la Segob en la historia política del país salió a sus redes sociales para decir, como si fuera un personaje de Gabriel García Márquez, que la crónica de su muerte anunciada es más un deseo de sus enemigos políticos, que una realidad que esté próxima a ocurrir. “Estimados @MarioMal y @dariocelise, lamento decepcionar a sus “fuentes” pero NO, no he presentado mi renuncia. Sigo más comprometida que nunca con el presidente @lopezobrador_. Dejemos la cultura del rumor y no sirvamos al juego de la desestabilización de la 4T. Un fuerte abrazo”, publicó ayer en su cuenta de Twitter la secretaria Sánchez Cordero, en respuesta a lo publicado por los dos leídos columnistas de finanzas Mario Maldonado y Darío Celis, quienes, cada uno en sus espacios, aseguraron que doña Olga ya había presentado su renuncia a su jefe López Obrador y que el documento ya estaba sobre el escritorio presidencial.
La publicación de esa versión periodística y la contundente aclaración de la secretaria de Gobernación ocurrieron en el contexto de las recientes filtraciones de un audio en el que su exvocero, Omar Cervantes, promovía la publicación de un señalamiento en contra de “los Scherer” (el consejero Jurídico Julio Scherer Ibarra y su primo el consultor político Hugo Scherer) a los que acusaba de estar apoyando al candidato del PRI-PRD al gobierno de Nuevo León, Adrián de la Garza, luego de que el presidente comisionara a Julio Scherer como encargado de impulsar la fallida candidatura y campaña de Clara Luz Flores, que hoy ha sido relegada hasta el cuarto lugar de la contienda. Ese audio, que exhibió la fuerte pugna entre Scherer y Sánchez Cordero, provocó la renuncia del vocero Cervantes y desató los nuevos rumores sobre la presunta renuncia de la titular de la Segob.
Al final, más allá del chisme y el morbo político y de lo anecdótico que resultan los constantes anuncios sobre la salida de Sánchez Cordero, lo que se asoma detrás de todo este desaguisado político es una de las facetas del estilo de gobernar del presidente Andrés Manuel López Obrador. Porque los pleitos, pugnas, diferencias o luchas de poder entre los integrantes de un gabinete presidencial en México no son algo nuevo ni exclusivo de este gobierno; han existido históricamente y con distintos presidentes, y suelen tener que ver lo mismo con duelos de egos que con enfrentamientos de poder, que con negocios a la sombra de la política y los cargos públicos y hasta con la lucha por la sucesión presidencial.
Pero algo que caracteriza al gabinete de López Obrador es que esos pleitos entre integrantes y a veces al interior de las mismas secretarías, suelen escalar e intensificarse, ante la escasa o a veces nula intervención del presidente que, a pesar de saber que hay confrontaciones y luchas entre sus colaboradores, rara vez interviene para llamar al orden o para dar un manotazo, sentar a la mesa a los peleoneros y solicitar que cesen enfrentamientos que, en muchos casos pasan de lo político y anecdótico a afectar el desempeño público de los funcionarios involucrados. Un indicador de que al presidente no le molesta ver que haya diferencias entre sus colaboradores, es la estrategia que él mismo implementó desde el arranque de su administración en la que a cada secretario le nombró como subalternos, ya sea subsecretarios, oficiales mayores, contralores o encargados de los asuntos administrativos, a personajes cercanos a la Presidencia y de toda su confianza que, insertados por fuerza en los equipos de las secretarías y dependencias, juegan un papel de “cuñas” o contrapesos para los titulares de las áreas de gobierno, que además le reportan directamente al presidente y no a su jefe inmediato.
En varios casos de pleitos conocidos que existen al interior de la 4T, el presidente ha dejado correr las confrontaciones y a veces incluso las alienta o las azuza con declaraciones o comentarios públicos de respaldo a uno de los involucrados en el pleito. Es el caso del enfrentamiento de casi dos años y medio que sostienen el fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, y el director de la Unidad de Inteligencia Financiera de Hacienda, Santiago Nieto. Ese pleito, al igual que el de Scherer-Sánchez Cordero, comenzó incluso antes de que arrancara este gobierno y lo conoce tan bien el presidente, que en alguna ocasión le pidió a un procurador de su gabinete, que interviniera y sentara a la mesa a Gertz y a Nieto para pedirles que se pusieran de acuerdo y terminaran con su enconada confrontación.
El funcionario al que López Obrador le pidió mediar en ese pleito efectivamente convocó, a finales de 2019, al fiscal y al director de la UIF, los sentó en la misma mesa y les transmitió el deseo de diálogo y reconciliación del presidente. Después de unos minutos de que intentaron dialogar, los dos funcionarios terminaron acusándose mutuamente con descalificaciones y se levantaron de la mesa enojados y sin ningún tipo de acuerdo ni conciliación. Unas semanas después de aquel intento fallido de conciliación, y ante los señalamientos públicos del fiscal Gertz Manero que cuestionó las formas y métodos de Santiago Nieto al revelar información de investigaciones en curso y afectar así el debido proceso, el presidente le dio su respaldo público y abierto al titular de la UIF: “Ya estamos buscando entendimiento, que haya una sana relación, que haya comunicación para definir qué se puede y qué no se puede, qué es lo que afecta al llamado ‘debido proceso’”, dijo el 9 de enero de 2020 el presidente. A la fecha, el pleito no sólo sigue, sino que se ha intensificado entre el fiscal y el funcionario de Hacienda.
Así es que, para resumir sobre los rumores de “cambios inminentes” en el gabinete y las 500 muertes de Olga Sánchez Cordero, que vuelven a resurgir ante la cercanía de las elecciones, con versiones de que “después del 7 de junio el presidente hará varios cambios y moverá a algunos de sus secretarios y colaboradores”, baste decir una respuesta que en una ocasión me dio un líder parlamentario de Morena cuando le pregunté, hace meses, sobre los rumores de cambios, enroques y renuncias en el gabinete presidencial: “No va a cambiar a nadie, primero porque a él no le gusta hacer cambios porque los ve como una señal de debilidad; y segundo, y lo más importante, porque no tiene necesidad de cambiar a ningún secretario ¿para qué los va a cambiar si todos le son incondicionales y le funcionan? Al final el gabinete como tal no existe, porque todo lo decide el presidente personalmente, no los secretarios. Entonces, ¿cómo para que cambia el gabinete si el gabinete es él mismo?”.
NOTAS INDISCRETAS…
Cuando usted lea estas líneas, apreciado lector, es porque ya estamos en veda electoral. Según las leyes electorales de nuestro país, a partir de hoy y hasta el domingo, ya no podemos hablar de campañas, de candidatos ni de proyecciones o encuestas sobre los resultados de las elecciones locales y federales que tendremos el próximo domingo. Así es que, en respeto a esa disposición y con la convicción de que ya escuchamos demasiadas promesas, presenciamos hartos desfiguros y ridiculeces y nos horrorizamos con tanta violencia en las campañas, no queda más que invitarlo, de la manera más respetuosa y comedida, a que este domingo, después de estos días de silencio y de que baje el fuerte ruido de las campañas, se tome usted su tiempo para salir, solo o en familia, a emitir su voto. El país se enfrenta a momentos cruciales y participar con el voto es la única forma, imperfecta y a veces mancillada y menospreciada, que tenemos los mexicanos de tratar de definir los asuntos públicos y el rumbo político y gubernamental de este país. Como usted quiera y por quien usted decida en la libertad de su conciencia, pero vote, hágalo por usted, por los suyos y por ese futuro que hoy se antoja incierto en medio de un presente tan aciago… Los dados mandan Escalera doble para todos los votantes y, sobre todo, para nuestro amado y violentado México.