Ahí está para ser consultado. Para ser leído con consternación. Para documentar cómo López Obrador traicionó y continúa traicionando.
El inventario nacional de lo militarizado, armado por los miembros del colectivo «Seguridad Sin Guerra»: la Guardia Nacional, el combate al huachicol, la custodia de pipas de Pemex, la frontera norte y sur, la construcción y administración del aeropuerto Felipe Ángeles, la construcción del aeropuerto de Tulum, la administración del aeropuerto de Palenque, la administración del aeropuerto de Chetumal, el Parque Lago de Texcoco, la construcción de cuarteles de la Guardia Nacional, la construcción de dos tramos del «Tren Maya», la construcción de 2,700 sucursales del Banco del Bienestar, el desarrollo del Parque Nacional Cultural Santa Fe, la entrega de fertilizantes, la distribución de libros de texto gratuito, la distribución de recursos de los programas sociales, los viveros forestales de «Sembrando Vida», la capacitación de jóvenes a través de «Jóvenes Construyendo el Futuro», la remodelación de hospitales, la distribución y vigilancia de la vacunación contra el Covid-19, la administración de los puertos y la aduanas, la limpieza del sargazo, la administración de finanzas del ISSSTE, la Agencia Federal de Aeronáutica Civil, las Islas Marías, el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, y la custodia de las obras de Dos Bocas, más lo que se les entregará en el resto del sexenio.
Indicios cada vez más abundantes de una Cuarta Transformación que en realidad se ha convertido en una Cuarta Militarización, como se dijo en estas páginas. AMLO, perpetuando el empoderamiento de las Fuerzas Armadas iniciado por Calderón. AMLO acentuando la presencia del Ejército continuada por Peña Nieto. Los abrazos, reemplazados por balazos. La prometida vigilancia civil, ya ni siquiera simulada. En abierta confrontación a lo que prometió en campaña, el humanista se ha transformado en belicista. Para los militares no habrá un regreso a las barracas al final del sexenio, como se había negociado y celebrado. Al contrario, ahora tienen acceso sin límites al presupuesto y al picaporte de Palacio Nacional. El líder social de la «izquierda» se alía con los escuadrones, los elementos, las tácticas y los aliados de la derecha. López Obrador cogobierna con las casacas.
AMLO se burlaba de la guerra desatada por Calderón, pero acabó emulándolo al revestir su propio proyecto de verde. No confía en que las instituciones del Estado le muestren una lealtad incuestionable, y la ha buscado entre los generales. Piensa de manera paranoide que se prepara un golpe en su contra, y ha querido evitarlo, rodeándose de quienes podrían llevarlo a cabo. La alianza con los militares no es un acto de combate a la violencia en el país; es un acto de protección personal. Más vale tener al enemigo cerca, aplacado y comprado para que no contemple removerlo del poder. El objetivo de la Guardia Nacional no es traer paz a México; es darle paz a López Obrador. Proveerle la posibilidad de dormir tranquilo sabiendo que mientras más poder y recursos y decisiones les dé a las Fuerzas Armadas, menos incentivos tendrán para confrontarlo. Y ahora busca constitucionalizar esa alianza, con una reforma que colocaría a la Guardia Nacional bajo el mando de la Sedena.
Se acabó el camuflaje de cualquier vigilancia civil. Se terminaron las promesas hechas a las víctimas de violaciones y desapariciones. Se terminó con la farsa que el Presidente encabezó y Alfonso Durazo echó a andar. Un gobierno que se dice democrático recurrirá a las formas de cualquier régimen autocrático. La Guardia Nacional nunca fue concebida como una fuerza civil y jamás lo será si López Obrador consigue lo que se propone en el Congreso: ceder todo el poder y todo el control y toda la supervisión de quienes están a cargo de la seguridad pública, para que se manden a sí mismos. Para que sigan haciendo negocios. Para que continúen enriqueciéndose. Para que prosigan actuando con absoluta impunidad, ejecución extra judicial tras ejecución extra judicial, caso Allende tras caso Allende. Y para que le hagan creer a AMLO que siempre estarán de su lado, cuidando los intereses que tienen en común. Entre ellos no está abatir la violencia, porque esa continúa en ascenso. Más bien firmarán una pax amloísta, que implica la rendición ante el crimen y el narco para protegerse entre sí.