La reciente crisis de salud del presidente López Obrador no sólo se manejó mal desde el principio, con mentiras o con información limitada y sin decir toda la verdad sobre lo ocurrido, sino que además el presidente terminó regañando a los medios y acusando públicamente una “invasión a su intimidad” ante el seguimiento mediático que ocasionó la exigencia ciudadana de conocer con toda claridad cuál es el estado del salud del gobernante de la República y por qué tuvo que ser internado e intervenido de emergencia con un procedimiento cardiaco delicado y de urgencia como es el cateterismo.
Es decir, que no sólo no nos dicen toda la verdad de este episodio cardiaco que tuvo el presidente, sino que además cuando los medios pretenden saber y observar al presidente cuando se ejercita, se cuestiona a los fotorreporteros que, en aras de hacer su trabajo e informar a la sociedad, son acusados de violentar la intimidad presidencial, cuestionando así cualquier derecho a la información de los mexicanos. Ya sabíamos que a este gobierno y al propio López Obrador no le gusta informar sobre su salud, porque desde hace más de dos años se comprometió públicamente en su conferencia mañanera a presentar un estudio y un informe médico detallado sobre sus padecimientos y situación de salud, pero ha incumplido flagrante y cínicamente con su compromiso, pero también con su obligación legal y política de informar a los ciudadanos con honestidad y transparencia.
Y es que fuentes médicas y militares, que han estado cerca del estado de salud y de la condición cardiaca del presidente, aseguran a esta columna que el episodio del pasado 21 de enero, cuando fue internado de emergencia no fue para nada un “chequeo de rutina” como mentirosamente se dijo desde la Presidencia, ni el cateterismo que le realizaron fue totalmente inocuo, como afirmó el secretario de Gobernación. El presidente ya había venido presentando antes de ese día subidas fuertes de presión y malestares relacionados con su condición cardiaca que en varias ocasiones lo hicieron sentirse mal y provocaron alarmas en sus médicos.
Ese viernes, mientras estaba en su despacho, el presidente se desvaneció en su escritorio y eso provocó el traslado al Hospital Central militar, donde los cardiólogos del Ejército lo recibieron con un diagnóstico de infarto, lo que provocó que lo programaran de inmediato para un cateterismo de emergencia. En el cateterismo se encontró una arteria afectada y se tomó la decisión de colocarle a López Obrador un segundo stent o anillo, que se sumó al que ya tenía después de su infarto agudo al miocardio que tuvo el 3 de diciembre de 2013 cuando fue atendido de emergencia en el hospital privado Médica Sur.
Esa versión que corroboran al menos dos médicos vinculados al caso, tiene mucho más sentido con la que difundió la Segob en un comunicado y explica por qué, el sábado 22 pasado, el presidente apareció en un video hablando de su internamiento y anunciando a los mexicanos que “ya tengo un testamento político”, aun cuando aseguraba que los médicos le decían que estaba bien y que “hay presidente para rato”. Aun esa última afirmación es lo que le suelen decir a los pacientes cardiacos los especialistas después de que les colocan un stent, lo que les da posibilidades de que su corazón siga funcionado por varios años, siempre y cuando se cuiden y atiendan las recomendaciones médicas.
Y eso fue precisamente lo que hizo el presidente López Obrador; a partir del lunes 25 los reporteros que cubren la fuente presidencial lo vieron salir de Palacio Nacional en un Jetta blanco, el auto que usa para desplazarse en la Ciudad de México, vestido como beisbolista, que es el traje que usa siempre que va a practicar a los campos donde se juega ese deporte en la capital. Pero como esta vez el mandatario, contra su costumbre, no subió un video a sus redes sociales para presumir que estaba “macaneando” y aparecer bateando y corriendo para que el público y sus opositores vean que tiene buena salud y no hagan caso de rumores, los periodistas comenzaron a seguirlo y lo vieron “caminando despacio” en el deportivo, dando vueltas a una pista a paso lento, pero no corriendo ni “macaneando”.
Esos videos, grabados por camarógrafos y fotorreporteros que se subieron a un edificio aledaño al campo para ver la práctica deportiva del presidente, molestaron a López Obrador y lo hicieron lamentarse y quejarse de que los medios no respetaban su intimidad ni su privacidad. ¿Por qué a AMLO sí le gusta que lo vean “macaneando” en los videos que él mismo comparte en ocasiones anteriores y por qué ahora le molesta que se le vea andando pausado en los videos grabados por periodistas?
La respuesta es sencilla: porque en este gobierno de la 4T siguen creyendo que el tema de la salud del presidente es “tabú” y que no se debe informar a los mexicanos de cualquier afección o procedimiento médico de emergencia que requiera el titular del Poder Ejecutivo, porque eso es una “señal de debilidad” que no puede permitirse el mandatario. En ese sentido Andrés Manuel López Obrador demuestra que no es “distinto” a sus antecesores, sobre todo los de la era priísta, que por décadas hicieron del mito del “superhombre” y de la infalibilidad presidencial una forma de culto al presidencialismo más autocrático y autoritario.
Ocultar información o manipular datos sobre el estado de salud del presidente no sólo atenta contra una práctica democrática y contra un derecho constitucional de los mexicanos, como es el derecho a la información y la transparencia de los gobernantes, sino que además confirma los estilos autoritarios de ejercer el poder y termina volviéndose contraproducente para el propio presidente y su gobierno. Porque sin la física los vacíos se llenan, en el gobierno la desinformación o la manipulación de temas tan delicados como la salud presidencial, terminan generando todo tipo de rumores, versiones y suspicacias, máxime cuando se intenta esconder la simple y llana verdad.
NOTAS INDISCRETAS… El discurso del secretario de Gobernación, Adán Augusto López, ante los senadores de Morena en su plenaria del fin de semana, dejó en claro muchas cosas y fue como si el tabasqueño, que se ha vuelto el nuevo operador estrella y hombre de todas las confianzas del presidente, hubiera ido a poner los puntos sobre las íes y las cartas sobre la mesa: la única agenda de los senadores de Morena es la agenda del presidente; las únicas prioridades que deben tener los congresistas de la bancada oficial, son las prioridades del presidente; y el único líder del Grupo Parlamentario morenista en el Senado de la República, es el presidente. Para que no quedaran dudas de los mensajes a Ricardo Monreal, Adán Augusto celebró la eliminación de la Comisión Especial para investigar los abusos y violaciones del gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, contra sus ciudadanos, esa que impulsó, creó y tanto defendió Monreal junto con la oposición. Y para rematar, el titular de Segob llamó a la “unidad” y a evitar pleitos internos que no convienen, pero quedó claro que esa “unidad” parte del reconocimiento de que el zacatecano ya no tiene el control de la mayoría de la fracción senatorial. Así que, si con eso no quedó claro, Augusto López, que habla por el presidente, azuzó a los senadores morenistas a que “salgan a promover la consulta de revocación de mandato” a pesar de que la misma ley que rige a esa consulta prohíbe expresamente a los congresistas hacer cualquier tipo de propaganda o promoción política de dicho ejercicio ciudadano. No cabe duda de que Adán se está empoderando cada vez más y ya se maneja como el “heredero” del Paraíso de la 4T… La afirmación del director del ISSSTE, Pedro Zenteno, de que en su contagio de Covid se aisló y recibe un “tratamiento homeopático” no sólo ocasionó burlas y correcciones de la comunidad médica y científica que cuestionó al funcionario del segundo organismo de salud más grande del país, sobre la inexistencia de un tratamiento “homeopático” para el SARS-CoV2, sino que además provocó alarma porque se trata de los encargados de atender y enfrentar esta pandemia que se sigue agravando en contagios y muertes por la variante ómicron. “El director del Insabi es antropólogo, el director del IMSS, politólogo; el director del ISSSTE es homeópata y el secretario de Salud no existe”, comentaron usuarios de redes sociales para explicar la tragedia que significan 650 mil mexicanos muertos, según las cifras oficiales de “mortandad excesiva” de la Secretaría de Salud federal. Y para colmo, la necedad y protagonismo del subsecretario López-Gatell, ultradefendido y elogiado por el presidente, sigue afectándonos, ahora con su negativa reiterada a vacunar niños de entre 5 y 11 años, según recomendó la OMS desde hace más de una semana. “No los vamos a vacunar porque los niños tienen menos riesgo de morir en esta pandemia”, dijo el cuestionado López-Gatell. Seguro que 836 niños muertos en este país al encargado nacional de la pandemia le parecen pocos. Claro, como no son sus hijos. Dicen los expertos que el “pico más alto” de contagios de esta cuarta ola por ómicron aún no lo alcanzamos y que eso puede ocurrir aún en las próximas semanas. Así que, si usted no quiere ser parte de las estadísticas, no solo de contagios, sino de hospitalizaciones y muertes por ómicron, sobre todo si no está vacunado o tiene alguna enfermedad crónica, sígase cuidando usted y cuidando a los suyos porque este gobierno, con esos funcionarios que gustan más de la política y de la homeopatía que de la ciencia, nadie va a cuidar de usted… Los dados mandan Escalera. Buen inicio de la semana.