A uno de los periodistas que asisten a la mañanera presidencial se le vino a mente preguntarle al presidente si México enviaría una representación diplomática a la toma de posesión de Daniel Ortega en Nicaragua, ¿Cuándo será? Preguntó el presidente, “Hoy”, fue la respuesta; no lo sabía, expresó AMLO y a continuación aseguró que su gobierno no puede ser imprudente pues se lleva con todos los gobiernos y que mandaría representación. La escena fue real, aunque inimaginable en un país donde el presidente es el hombre mejor enterado de todos ¿Ebrard no lo enteró y se fue por la libre al informar su oficina la noche anterior que no se mandaría ningún representante a Nicaragua? Por la experiencia y madurez política de Ebrard ese lapsus se antoja casi imposible, ¿entonces? Este episodio sobre la reacción presidencial pudiera indicar que ha llegado el momento de depurar las filas en el gabinete, tal cual hizo Salinas de Gortari cuando pidió a Fernando Gutiérrez Barrios dejara vacante su silla en la Secretaría de Gobernación con el propósito implícito de dejarlo fuera de las pretensiones sucesorias, lo cual sería actualmente el caso de Ebrard, uno de los “moderados” en el gobierno de López Obrador. La declaración de Monreal en Reforma aseverando que si un radical continúa el proceso de la CuartaT pondría a México en el umbral de la ruina podría ser el parteaguas de la actitud presidencial, pues López Obrador recoge el pañuelo y se declara abierto militante del ala radical de su partido, allí donde los moderados no caben, esa donde se ubican, entre otros, a Monreal y a Ebrard. Los acontecimientos por venir darán luz acerca del tema sucesorio, un tema de largo aliento. Deseamos que el presidente López Obrador supere con bien los síntomas del Covid-19 versión Ómicron, nada tan importante como la salud de un presidente en México, pues tiene bajo su grave responsabilidad la encomienda institucional de llevar a buen puerto el destino inmediato del país.