Con frecuencia se acude a la Historia en busca de información referenciada a hechos contemporáneos, ya para explicarlos, ya para quitarles el tono sorpresivo, o bien para demostrar de lo que es capaz el hombre investido de poder cuando este se sobrepone al imperio de las leyes y de las instituciones. Ese tema viene a cuento por el caso de la dispensa legislativa para que la señora Inés Romero permanezca al frente del Poder Judicial veracruzano pese a incurrir en el supuesto del artículo 59 de la Constitución Política del estado de Veracruz por cumplir 70 años el próximo 19 del mes en curso. No obstante, la mayoría morenista del Congreso le concedió dispensa en vez de retiro forzoso para permanecer en el cargo hasta noviembre próximo. “Justicia y gracia…” para los amigos, reza el apotegma juarista que ahora se aplica a favor de la señora Romero, pese al antecedente de haber aplicado riguroso cumplimiento de la ley a tres magistrados llegados a la séptima década de su vida; más aún porque la señora Inés está lejos de cubrir el perfil cercano siquiera al buen crédito de jurista distinguido como para merecer tal excepción. Pero la historia del hombre “empoderado” es rica en experiencias de este tipo, un caso clásico para demostrarlo es el mito acerca de cuándo Calígula, el emperador romano, amenazó con nombrar Cónsul a “Incitatus”, su caballo preferido; aunque, en realidad, no se sabe si fue un hecho histórico o simbólica expresión de lo que es posible hacer cuando se tiene “el pinche poder” en las manos.